Lunes 13 de julio
Estén firmes, teniendo los lomos ceñidos con la verdad (Efes. 6:14).
Resolvámonos a vivir de acuerdo con la verdad todos los días. Llevemos puesto el cinturón de la verdad. En tiempos bíblicos, los soldados se ponían un cinturón que les protegía la cintura y los órganos internos. Eso sí, tenían que ajustárselo bien, pues de otro modo no cumpliría esta función. La verdad de la Biblia es como un cinturón en sentido espiritual. Si lo llevamos bien apretado, nos protegerá de ideas falsas y nos ayudará a tomar decisiones sensatas. Y, cuando nos veamos ante una prueba o tentación, fortalecerá nuestro deseo de hacer lo correcto. Un soldado jamás pensaría en ir a la batalla sin el cinturón. De manera parecida, tenemos que estar decididos a nunca quitarnos o aflojarnos el cinturón de la verdad. Al contrario, llevémoslo bien puesto viviendo de acuerdo con ella.w18.11 12 párr. 15
Martes 14 de julio
Compra la verdad misma y no la vendas (Prov. 23:23).
Conseguir la verdad de la Palabra de Dios requiere esfuerzo. Tenemos que estar dispuestos a hacer los sacrificios que sean necesarios. Como dijo el sabio escritor de Proverbios, una vez que hemos adquirido la verdad, debemos tener cuidado de no venderla o renunciar a ella. Hasta cuando una cosa se nos ofrece gratis, quizás tengamos que dar o hacer algo a cambio. La palabra hebrea que se traduce “compra” en Proverbios 23:23 también puede significar “consigue” o “adquiere”. Todas estas palabras conllevan la idea de obtener algo haciendo un esfuerzo o intercambiándolo por un artículo de valor. Por ejemplo, supongamos que en un mercado hay un letrero que anuncia que hay bananas gratis. ¿Aparecerán por sí solas en nuestra mesa? Claro que no. Aunque sean gratis, tenemos que dedicar tiempo y esfuerzo para ir al mercado y conseguirlas. De manera parecida, para comprar la verdad no tenemos que dar dinero, pero sí hacer algo a cambio. w18.11 4 párrs. 4, 5
Miércoles 15 de julio
Su rostro resplandeció como el sol, y sus prendas de vestir exteriores se hicieron esplendorosas (Mat. 17:2).
Jesús les había pedido a Pedro, Santiago y Juan que lo acompañaran a una montaña alta. Allí tuvieron una visión extraordinaria. La cara de Jesús resplandeció y su ropa se volvió brillante. Dos figuras, que representaban a Moisés y a Elías, empezaron a hablar con Jesús sobre su muerte y resurrección (Luc. 9:29-32). Después, una nube brillante los cubrió, y de ella salió la voz de Dios. La visión fue un anticipo de la gloria y el poder que Jesús tendría cuando se convirtiera en rey del Reino de Dios. Seguro que animó y fortaleció a Cristo para los sufrimientos y la horrible muerte que padecería. Además, fortaleció la fe de los discípulos y les dio fuerzas para las pruebas de integridad y los años de ardua labor que tenían por delante. El apóstol Pedro hizo referencia a esta visión unos treinta años más tarde, lo que demuestra que la tenía muy fresca en la memoria (2 Ped. 1:16-18). w19.03 10 párrs. 7, 8
Jueves 16 de julio
¿Cuál es una diferencia entre los cristianos verdaderos y los miembros de las religiones falsas? Que los siervos de Dios decimos la verdad (Zac. 8:16, 17). No decimos mentiras grandes ni pequeñas, sino que siempre les decimos la verdad a extraños, compañeros de trabajo, amigos y seres queridos. Si eres joven, es normal que quieras sentirte aceptado por tus compañeros, pero nunca lleves una doble vida. No finjas ser un buen cristiano delante de tu familia y en la congregación, mientras te comportas de una manera muy diferente cuando estás con jóvenes del mundo o cuando usas las redes sociales. Eso es vivir una mentira: les estarías mintiendo a tus padres, a los hermanos y a Dios (Sal. 26:4, 5). Sin embargo, Jehová sabe si lo honramos solo con los labios, pero nuestro corazón está muy lejos de él (Mar. 7:6). Es mucho mejor que hagas como dice este proverbio: “No envidie tu corazón a los pecadores; antes bien, esté en el temor de Jehová todo el día” (Prov. 23:17). w18.10 9 párrs. 14, 15
Viernes 17 de julio
Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en unión con Dios, y Dios permanece en unión con él (1 Juan 4:16).
Los siervos de Dios formamos una familia espiritual que se caracteriza por el amor (1 Juan 4:21). En la mayoría de los casos, ese amor no se refleja en unas pocas acciones heroicas, sino en innumerables actos pequeños, como las palabras cariñosas y los gestos amables. Cuando tratamos a los demás con bondad y consideración, somos “imitadores de Dios, como hijos amados” (Efes. 5:1). Jesús imitó a su Padre a la perfección. Siempre trató a la gente con amabilidad. Dijo: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré”. Y añadió: “Porque soy de genio apacible y humilde de corazón” (Mat. 11:28, 29). Cuando seguimos su ejemplo y mostramos “consideración para con el de condición humilde”, nuestro Padre celestial nos da su aprobación y somos muy felices (Sal. 41:1). Demostremos amor siendo considerados en la familia, en la congregación y en la predicación. w18.09 28 párrs. 1, 2
Sábado 18 de julio
Somos colaboradores de Dios (1 Cor. 3:9).
Los desastres ofrecen a los siervos de Dios la oportunidad de trabajar con él ayudando a los hermanos de maneras prácticas. Por ejemplo, pueden donar dinero para los afectados (Juan 13:34, 35; Hech. 11:27-30). También pueden participar en las labores de limpieza y reconstrucción. Una hermana de Polonia llamada Gabriela se quedó prácticamente sin casa por una inundación. Pero se sintió muy aliviada cuando fueron a ayudarla hermanos de congregaciones cercanas. Ella cuenta: “No quiero hablar de lo que perdí, pues al fin y al cabo son solo cosas materiales. Prefiero hablar de lo mucho que gané. Lo que viví me confirmó que formar parte de la congregación cristiana es un honor incomparable y una fuente de felicidad”. Muchos hermanos que han recibido ayuda después de un desastre dicen que la experiencia los ha enriquecido. Y quienes colaboran con Jehová dando esa ayuda se sienten muy satisfechos (Hech. 20:35; 2 Cor. 9:6, 7). w18.08 26 párr. 12
Domingo 19 de julio
Salvaguarda tu corazón (Prov. 4:23).
A fin de proteger el corazón, debemos ser capaces de identificar los peligros y reaccionar de inmediato. Las palabras del texto de hoy nos recuerdan a los centinelas de los tiempos del rey Salomón. Ellos hacían guardia sobre las murallas de la ciudad y, si veían acercarse un peligro, daban la voz de alarma. Esta imagen nos ayuda a entender lo que debemos hacer para impedir que Satanás nos corrompa la mente. En la antigüedad, los centinelas colaboraban con los porteros de la ciudad (2 Sam. 18:24-26). Juntos la protegían asegurándose de que las puertas estuvieran cerradas cuando se acercaba un enemigo (Neh. 7:1-3). Nuestra conciencia educada por la Biblia puede actuar como un centinela. ¿Cómo? Dando la voz de alarma cuando Satanás intente atacar nuestro corazón, es decir, cuando intente influir en nuestros pensamientos, sentimientos, motivos o deseos. Siempre que la conciencia nos advierta, tenemos que prestarle atención y, por decirlo así, cerrarle las puertas a Satanás. w19.01 17 párrs. 10, 11
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