domingo, 12 de abril de 2020

texto diario del lunes 13 de abril al domingo 19 de abril.

Lunes 13 de abril

Sean de un mismo ánimo y parecer, compartiendo sentimientos como compañeros, teniendo cariño fraternal, siendo tiernamente compasivos, de mente humilde (1 Ped. 3:8).
Cuando pasa la temporada de la Conmemoración, es conveniente que nos preguntemos: “¿Cómo puedo imitar mejor el amor de Jesús? ¿Pienso más en las necesidades de mis hermanos que en las mías? ¿Espero demasiado de ellos, o tomo en cuenta sus límites?”. Copiemos siempre el ejemplo de Jesús y mostremos empatía. Dentro de poco, ya no será necesario volver a conmemorar la muerte de Cristo. Cuando Jesús “llegue” durante la gran tribulación, llevará al cielo a “los escogidos” que aún estén en la Tierra. A partir de ese momento, dejará de celebrarse la Conmemoración (1 Cor. 11:26; Mat. 24:31). Podemos estar seguros de que, incluso cuando ya no se celebre la Cena del Señor, recordaremos con cariño esta sencilla ceremonia como un símbolo del mayor ejemplo de humildad, valentía y amor que jamás haya mostrado un ser humano. w19.01 25 párrs. 17-19

Martes 14 de abril

Te has deleitado en la veracidad misma en lo interior; y en el yo secreto quieras hacerme conocer sabiduría pura (Sal. 51:6).
Cuidar lo que somos por dentro se parece a cuidar nuestra salud física. Por ejemplo, si queremos estar sanos, tenemos que nutrirnos bien y hacer ejercicio con regularidad. De manera parecida, si queremos estar saludables en sentido espiritual, tenemos que nutrir bien nuestra fe y “ejercitarla” con regularidad poniendo en práctica lo que aprendemos y hablando de nuestras creencias (Rom. 10:8-10; Sant. 2:26). Por otra parte, nuestro aspecto puede hacernos creer que estamos saludables, aunque en realidad estemos enfermos. De manera parecida, nuestra actividad espiritual puede hacernos creer que nuestra fe está fuerte, aunque por dentro estén creciendo malos deseos (1 Cor. 10:12; Sant. 1:14, 15). Recordemos que Satanás quiere contagiarnos sus ideas. w19.01 15 párrs. 4, 5

Miércoles 15 de abril

Ve y haz tú lo mismo (Luc. 10:37).
Preguntémonos: “¿Hago yo lo mismo que el samaritano? ¿Soy igual de compasivo? (Luc. 10:30-35). Cuando veo que otros sufren, ¿les muestro misericordia? ¿Puedo hacer más para ayudarlos? Por ejemplo, ¿les ofrezco ayuda práctica a los hermanos mayores, las viudas y los jóvenes que no tienen a sus padres en la verdad? ¿Puedo tomar la iniciativa en consolar a los que están deprimidos?” (1 Tes. 5:14; Sant. 1:27). Cuando hacemos cosas por otros, vemos que “hay más felicidad en dar que en recibir”. Además, sabemos que así agradamos a Jehová (Hech. 20:35; Heb. 13:16). El rey David dijo sobre el que muestra misericordia: “Jehová mismo lo guardará y lo conservará vivo. Será pronunciado feliz en la tierra” (Sal. 41:1, 2). Si les mostramos compasión a los demás, Jehová nos mostrará misericordia, y esto nos dará felicidad eterna (Sant. 2:13). w18.09 19 párrs. 11, 12

Jueves 16 de abril

No tengas miedo, porque estoy contigo. No mires por todos lados, porque soy tu Dios. Yo ciertamente te fortificaré. Yo cierta y verdaderamente te ayudaré (Is. 41:10).
Una cristiana fiel llamada Yoshiko recibió malas noticias. Su doctora le dijo que le quedaban meses de vida. ¿Cómo reaccionó esta querida hermana? Enseguida recordó uno de sus textos favoritos, el texto de hoy. Con mucha tranquilidad, le dijo a la doctora que no sentía miedo, porque Jehová la tenía agarrada de la mano. Este versículo la consoló y la ayudó a confiar en Jehová con todo el corazón. Y lo mismo puede hacer con nosotros cuando suframos problemas graves. En un principio, Jehová le dio este mensaje a Isaías para consolar a los judíos que serían llevados cautivos a Babilonia. Pero también hizo que quedara registrado para que ayudara a todos sus siervos que han vivido desde entonces (Is. 40:8; Rom. 15:4). Los tiempos en los que vivimos son “críticos, difíciles de manejar”, y necesitamos más que nunca el ánimo que nos ofrece el libro de Isaías (2 Tim. 3:1). w19.01 2 párrs. 1, 2

Viernes 17 de abril

Si el incrédulo procede a irse, que se vaya (1 Cor. 7:15).
La pareja que se separa sigue estando casada y se enfrentará a problemas. El apóstol Pablo dio el siguiente motivo para seguir juntos: “El esposo incrédulo es santificado con relación a su esposa, y la esposa incrédula es santificada con relación al hermano; de otra manera, sus hijos verdaderamente serían inmundos, pero ahora son santos” (1 Cor. 7:14). Muchos cristianos leales que han decidido seguir al lado de un cónyuge no Testigo en circunstancias muy difíciles se alegraron de haber hecho ese sacrificio en especial porque su cónyuge llegó a servir a Jehová (1 Cor. 7:16; 1 Ped. 3:1, 2). Hoy, en las congregaciones de todo el mundo hay muchos buenos matrimonios. Es probable que en la nuestra haya muchas parejas felices, en las que el esposo es leal y ama a su esposa y ella ama y respeta a su marido. Todos ellos son una prueba de que se puede honrar y respetar el matrimonio (Heb. 13:4). w18.12 14 párrs. 18, 19

Sábado 18 de abril

Jehová Dios plantó un jardín en Edén y allí puso al hombre que había formado (Gén. 2:8).
La palabra Edén significa “Placer” o “Deleite”, un nombre muy adecuado para aquel lugar. Había comida abundante, hermosos paisajes y paz entre los hombres y los animales (Gén. 1:29-31). Cuando el texto hebreo se tradujo al griego, la palabra hebrea para jardín se tradujo usando el término griegoparádeisos. Cierta enciclopedia dice que, cuando un griego escuchaba esta palabrase imaginaba un parque amplio y hermoso protegido de todo mal, con árboles impresionantes que producían diversos frutos, así como arroyos de agua cristalina en cuyas riberas cubiertas de hierba pastaban grandes rebaños de antílopes y ovejas (Cyclopaedia, de M’Clintock y Strong; compare con Génesis 2:15, 16). Esto nos ayuda a entender por qué podemos llamar paraíso al jardín de Edén. Dios puso a Adán y Eva en un jardín como ese, pero después los expulsó porque le desobedecieron. Así, tanto ellos como sus descendientes perdieron el Paraíso (Gén. 3:23, 24). Ese hermoso lugar quedó deshabitado hasta que desapareció, al parecer en el Diluvio. w18.12 3, 4 párrs. 3-5

Domingo 19 de abril

Yo, Jehová, soy Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo (Is. 48:17).
Los padres tratan de inculcar buenos principios en sus hijos. Si los hijos deciden seguir los principios que les enseñaron sus padres, será más probable que no se lamenten de las decisiones que tomen y, como consecuencia, se libren de muchos problemas y preocupaciones. Como buen padre que es, Jehová quiere que a sus hijos les vaya lo mejor posible en la vida (Is. 48:18). Por eso, nos inculca principios fundamentales sobre cómo comportarnos y cómo tratar al prójimo. En temas como estos, nos invita a pensar como él y tener sus mismos valores. ¿Limita eso nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos? Al contrario, la aumenta y la agudiza (Sal. 92:5; Prov. 2:1-5; Is. 55:9). Nos ayuda a tomar decisiones que nos hacen felices y nos deja espacio para nuestras preferencias personales (Sal. 1:2, 3). No hay duda de que pensar como Jehová nos beneficia. w18.11 19, 20 párrs. 7, 8

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