domingo, 9 de febrero de 2020

texto diario del lunes 10 al domingo 16

Lunes 10 de febrero

Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse (Prov. 22:3).
Durante nuestro estudio, hacemos bien en meditar en cómo los pensamientos de Dios afectan las decisiones que tengamos que tomar en el futuro. De ese modo, si nos encontramos en una situación en la que debemos tomar una decisión rápida, no estaremos totalmente desprevenidos. Pensemos en lo que le ocurrió a José. La esposa de Potifar trató de seducirlo, pero él la rechazó de inmediato. Así demostró que había meditado en lo que Jehová piensa sobre la fidelidad en el matrimonio (Gén. 39:8, 9). Recordemos también lo que le dijo a esta mujer: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. Esto indica que había hecho suyos los pensamientos de Jehová. Pensemos ahora en nuestro caso. Supongamos que un compañero de trabajo empieza a coquetear con nosotros o que recibimos en el teléfono un mensaje o una foto de claro contenido sexual. Nos será más fácil ser leales si hemos pensado de antemano en cómo ve Jehová estas cosas, hemos adoptado su modo de pensar y hemos decidido de antemano cómo actuar. w18.11 25 párrs. 13, 14

Martes 11 de febrero

Me alborozaré en Jehová (Hab. 3:18).
Algunos expertos piensan que las palabras de este versículo significan que Habacuc saltaría y daría vueltas de alegría por causa de su Dios. ¿Verdad que su ejemplo nos enseña una lección extraordinaria? Jehová no se ha limitado a hacer promesas maravillosas, sino que nos garantiza que está haciendo todo lo necesario para cumplirlas. Sin duda, el mensaje del libro de Habacuc es de suma importancia: tenemos que confiar en Jehová (Hab. 2:4). ¿Qué nos ayudará a no perder esa confianza? Fortalecer nuestra amistad con él. Para ello tenemos que hacer tres cosas. Primero, orar constantemente a Dios y contarle todo lo que nos preocupa. Segundo, prestar mucha atención a su Palabra y a la guía que nos da mediante su organización. Y, tercero, esperar con fe y paciencia a que él actúe. Eso es lo que hizo Habacuc. Aunque comenzó su libro lleno de dolor, lo concluyó expresando gozo y confianza en Dios. Sigamos su animador ejemplo y así también sentiremos el abrazo paternal de Jehová. Es el mejor consuelo que podemos recibir en este mundo tenebroso. w18.11 17 párrs. 18, 19

Miércoles 12 de febrero

Cristo murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí, sino para el que murió por ellos y fue levantado (2 Cor. 5:15).
Los cristianos verdaderos tenemos otra razón para estar seguros de que Jehová nos ama. Juan 3:16 dice: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. Y cuánto amor nos mostró Jesús al dar su vida por nosotros. La Palabra de Dios nos promete que ni siquiera las dificultades o la angustia podrán separarnos “del amor del Cristo” (Rom. 8:35, 38, 39). ¿Verdad que este amor nos motiva a seguir adelante? Cuando afrontamos pruebas que nos agotan física, emocional o espiritualmente, recordar el amor que nos tiene Cristo puede darnos las fuerzas para aguantar (2 Cor. 5:14). Este amor nos motiva a seguir viviendo y sirviendo a Jehová. Puede impedir que nos demos por vencidos incluso ante los desastres naturales, la persecución, las desilusiones o la ansiedad. w18.09 14 párrs. 8, 9

Jueves 13 de febrero

Andaré en tu verdad (Sal. 86:11).
Para andar en la verdad, tenemos que aceptar y obedecer todo lo que Jehová nos enseña. Debemos darle a la verdad prioridad en nuestra vida y guiarnos por los principios bíblicos. Tal como David, tenemos que estar decididos a seguir andando en la verdad de Dios. Si no lo estamos, podríamos empezar a pensar en lo que pagamos para comprar la verdad e incluso sentir el deseo de recuperar parte de ese precio. Pero eso es algo que nunca deberíamos hacer. Sabemos que no podemos elegir qué enseñanzas aceptamos y cuáles no, pues tenemos que andar en “toda la verdad” (Juan 16:13). Para no alejarnos de la verdad sin darnos cuenta, debemos usar bien nuestro tiempo. Si no tenemos cuidado, podríamos empezar a dedicar demasiadas horas al entretenimiento, las aficiones, Internet o la televisión. Aunque estas cosas no son malas en sí, pueden robarnos el tiempo que antes usábamos para el estudio personal y otras actividades espirituales. w18.11 10 párrs. 7, 8

Viernes 14 de febrero

He sosegado y aquietado mi alma (Sal. 131:2).
Cuando nuestra vida da un giro inesperado, podemos sentirnos preocupados y estresados (Prov. 12:25). Y es posible que hasta nos resulte difícil aceptar la nueva situación. ¿Qué nos ayudará a recuperar la calma y la tranquilidad en esas circunstancias? (Sal. 131:1-3). Aunque pasemos por momentos duros en la vida, podemos sentir cómo protege nuestra mente “la paz de Dios” (Filip. 4:6, 7). Así pues, acudamos a Jehová cuando nos abrume la ansiedad. Entonces, su paz fortalecerá nuestra resolución de alcanzar las metas espirituales y nos ayudará a no rendirnos. Además de calmarnos, el espíritu de Dios puede hacer que nos fijemos en versículos importantes que nos ayuden a mantener las prioridades espirituales (Juan 14:26, 27). w18.10 27 párr. 2; 28 párrs. 5, 8

Sábado 15 de febrero

Hablen verazmente unos con otros (Zac. 8:16).
¿Qué es lo que más daño ha causado al hombre? La mentira, esto es, aquello que se sabe que no es cierto pero que se dice para engañar. El primero que mintió fue el Diablo, a quien Jesucristo llamó “el padre de la mentira” (Juan 8:44). ¿Cuándo mintió por primera vez? Fue hace miles de años, en el jardín de Edén. Adán y Eva disfrutaban de la vida en el paraíso que Dios les había dado. Pero él les había mandado no comer del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo”. Si desobedecían, morirían. Aunque Satanás sabía todo esto, usó a una serpiente para decirle a Eva la primera mentira: “Positivamente no morirán”. Y añadió: “Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo” (Gén. 2:15-17; 3:1-5). w18.10 6 párrs. 1, 2

Domingo 16 de febrero

Felices son los de corazón puro, puesto que ellos verán a Dios (Mat. 5:8).
Para que nuestro corazón sea puro, nuestros pensamientos y deseos también deben serlo. Esto es fundamental para que Jehová acepte nuestra adoración (2 Cor. 4:2; 1 Tim. 1:5). La Biblia dice que ningún ser humano puede ver a Dios y seguir vivo (Éx. 33:20). Entonces, ¿por qué dijo Jesús que los que tienen un corazón puro “verán a Dios”? La palabra griega que se traduce “ver” puede significar “imaginar, percibir y conocer”. Quienes ven a Dios con “los ojos de su corazón” son los que han llegado a conocerlo bien y valoran sus cualidades (Efes. 1:18). ¿De qué otra forma podemos ver a Dios además de conociendo sus cualidades? Fijándonos en lo que hace para ayudarnos (Job 42:5). También podemos verlo centrándonos en las maravillosas bendiciones que tiene preparadas para los que se esfuerzan por mantenerse limpios y leales. w18.0920 párrs. 13, 15, 16

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