domingo, 16 de agosto de 2020

Dios creó al hombre a imagen y semejanza de Él:

Dios creó al hombre a imagen y semejanza de Él: por tanto, inteligente y libre, con su
propia autonomía, su capacidad de realizarse y dominar la tierra. Sólo con alguien
semejante Dios puede establecer una alianza, un trato de amistad, un diálogo. La imagen
más profunda de Dios somos los hombres, por eso a Dios hay que encontrarlo precisamente
en los demás, no para divinizarlos, sino para tratarlos con respeto y con justicia31
.
El hombre es dueño del mundo: dueño, en cuanto Dios le ha dado el mundo como
―casa‖, y él organiza y disfruta de las cosas. Dueño, en cuanto tiene que custodiarlo y

30 ―Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza y tú le acecharás el
talón‖. Conforme a lo que vimos del sentido de la Biblia, diremos acerca de este texto:
a) El sentido literal: la mujer es Eva y el linaje es la descendencia de Eva.
b)El sentido pleno: la mujer es la humanidad y el linaje son los hombres en general.
c) El sentido típico: la mujer es María y el linaje es Cristo y los cristianos.
El sentido literal es conocido por el autor bíblico y sus lectores. Los otros dos sentidos, el pleno y el típico están
sólo en la mente de Dios, pues contienen un anuncio oculto. Ya cuando se realizó la profecía, podemos descubrir
estos dos últimos sentidos.
31 Léase Levítico 19, 18; Jeremías 22, 15-16

cultivarlo, como algo encomendado. El hombre es administrador sabio que cumple y realiza
la voluntad de su amo32. Para realizar esta misión, Dios le concedió el don de la palabra
para que pusiera nombre a todo (cf. Gn 2, 19-20). Poner nombre es levantar un acto de
dominio. No domina por la fuerza material, en virtud de una potencia irresponsable y ciega;
sino en virtud de la palabra o pensamiento. Gracias a la palabra y el pensamiento, el
hombre puede discernir, sopesar, encontrar la verdad de las cosas, y llevar adelante la
técnica y la ciencia. El hombre se dignifica en el trabajo y mediante el trabajo continúa
transformando el mundo y mejorándolo.
El hombre es responsable de sí mismo: El hombre ya no es sólo el guarda satisfecho de
la tierra. Su vida no se cierra cultivando plantas y domando fieras o tesoros minerales. Debe
decidir sobre sí mismo: Dios le ha dado las llaves de su vida, una conciencia para distinguir
lo bueno de lo malo. De cuanto decide, hace y dice es responsable. Aquí está la grandeza
del hombre: en decidir su propio destino. Dios no le impone el bien o el mal. Le propone el
bien y le pone en guardia sobre el mal. Pero el hombre es quien opta. Puede escoger el bien
o el mal. Si escoge el bien, se realiza. Si escoge el mal, se destruye. Por tanto, el mal y el
pecado no vienen de Dios; la causa de todo sufrimiento y del mal moral debe situarse en el
misterio de la libertad del hombre, que, aunque no debe hacer el mal, lo puede hacer.
El hombre está abierto hacia los otros: el hombre no estaría satisfecho totalmente sólo
con el dominio de las cosas. Por eso Dios le dio una ayuda semejante, una compañera. Sólo
la mujer es la única digna compañera del hombre; lo material y los animales no pueden ser
dignos de una relación personal. Y los dos se convierten en personas, en cuanto entran en
relación mutua y dialogan entre sí. Sólo en el encuentro con el otro, que es igual en
dignidad y distinto en complementariedad, el hombre puede admirarse y gozarse (cf. Gn 2,
24). La mujer aquí es presentada como portadora de gozo, de vida, de fecundidad. Sólo con
Eva, Adán puede comunicarse en sentido radical: dialoga en gesto de alteridad y encuentro.
El hombre es elevado por Dios a un estado de santidad y justicia que lo hace gozar
de la felicidad, de la intimidad divina. Esa felicidad depende de la obediencia del hombre y
de la mujer a Dios.
El hombre, no obstante esta dignidad, sigue siendo débil: El hombre (Adán) ha salido
del polvo (Adamáh). Este juego de palabras quiere explicar el débil arraigambre del
hombre: el autor anticipa ya en cierto modo la posibilidad de la caída.
El hombre, instigado por Satanás, se deja llevar por la soberbia y desobedece a
Dios, pecando contra Él y contra el plan que Dios le había marcado: quiere el hombre
hacer su vida, al margen de Dios. El hombre no acepta las limitaciones inherentes a su
propia naturaleza. Y se rebela. Tal rebeldía acarrea malas consecuencias al hombre y a su
familia, sufrimientos, peleas, diluvios, muerte. El hombre y la mujer, con el pecado, pierden

los privilegios de santidad y justicia originales, pierden la intimidad con Dios. Pero el castigo
no es definitivo, Dios es misericordioso y promete al hombre un Redentor que triunfará
sobre el pecado y el mal. De esta realidad del pecado, destacamos unos rasgos:
- El pecado pertenece a Adán, no es de los dioses. Adán es el hombre, el principio de
lo humano que subyace en cada uno de nosotros. No echemos la culpa a Dios que
nos hizo libres. Tampoco descarguemos esa culpa sobre dioses o demonios; ellos son
los que derivan del pecado y no a la inversa. Finalmente, no podemos refugiarnos en
ningún tipo de destino, como decían los griegos.
- En nuestra vida se entromete la serpiente (cf. Gn 3, 1-6): esta serpiente es el antiDios
que quiere inocular su veneno de soberbia y de ansia de independencia en el
corazón del hombre.
- El pecado es pretensión de hacernos dioses a nosotros mismos, olvidándonos de
nuestra situación de criatura, como los que quisieron construir la Torre de Babel (cf
Gn 11). Es buscar la propia autonomía en clave de independencia, como
endiosamiento de las propias apetencias, deseos y realizaciones. Es querer
realizarnos a nosotros mismos, en virtud de nuestra técnica y esfuerzo, al margen de
Dios. Es querer dominar incluso a Dios, para usurparle su lugar y rechazar el Plan
que Él tenía para el hombre. Es querer levantar un monumento, donde dar culto
idolátrico al egoísmo, al placer, a la libertad, a la moda. Dios, ante tan grande
soberbia e insolencia, intervino con severidad. Pero, no olvidemos, el castigo del
pecado lo escogemos nosotros. Cf. Rm 5, 12-21.
El hombre con el pecado original ha originado los restantes pecados:
Quedó rota la hermandad entre los hombres; así Caín mata a Abel (cf. Gn 4, 1-16) y nace el
reinado de la violencia y la ley del más fuerte, simbolizada en las amenazas de Lamec (cf.
Gn 4, 23). El hombre se encuentra dominado por el mal y la tierra está llena de violencia,
hasta el punto que Dios permitió el diluvio (cf. Gn 6-9)33, La torre de Babel (cf. Gn 11, 1-9)
es el último eslabón de esta cadena de pecado que se desparrama sobre la tierra.
Frente a esto, está la historia de Dios, que teje la primera alianza de salvación con Noé,
como primicia de las alianzas con los patriarcas. Hay almas buenas que fieles a Dios
cumplen sus preceptos y Él tiene piedad y misericordia de ellas. La justicia de estas almas
buenas beneficia a toda la humanidad.
Sobre el matrimonio:
Dios creó el matrimonio y quiere que en el matrimonio el hombre y la mujer sean iguales en
naturaleza y dignidad y en derechos, y que uno y otro se complementen. El hombre y la
mujer forman una unidad, se integran el uno a la otra, y son llamados a una comunidad de
vida, en la amistad con Dios. El matrimonio es una unión más fuerte que la de la sangre: es

33 Si leemos el diluvio con los ojos de este siglo en que vivimos tenemos que constatar que también nos hallamos
amenazados por otros diluvios: el riesgo de la polución ambiental, la guerra atómica y nuclear... Dios ha confiado
en nuestras manos la existencia de los cielos y la tierra. ¿Qué haremos? Allí donde el pecado nos derrumba, se
derrumbarán también los principios de todo lo creado

afirmado ya desde aquí el carácter indisoluble y monogámico del matrimonio. La sexualidad
es un don de Dios para el hombre y la mujer: Dios los quiso sexuados. La sexualidad tiene
su razón honda y profunda en vistas a la unión de ambos en el amor para la transmisión de
la vida. Por eso, las relaciones entre un hombre y una mujer son tan estrechas y profundas
que los hacen ser ―uno solo‖. Ya desde el Génesis está claro que el matrimonio es la unión
de una mujer con un hombre; de un hombre con una mujer.

YHWH dara lo nesesario,de alli viene el dicho que hasta hoy se escucha:En su montaña YHWH,da lo nesesario. bereshit.22:14


gomezburgara@yahoo.com.mx

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