LOS DOS TESTIGOS Apocalipsis 11:3-6 Siempre fue parte de la fe judía que Dios mandaría Su especial mensajero a los hombres antes de la llegada final del Día del Señor. En Mal 3:1 oímos decir a Dios: «¡Atención: Yo envío Mi mensajero a prepararme el camino!» Malaquías de hecho identifica al mensajero con Elías: "Yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día grande y terrible del Señor» (Mal 4:5 ). Así que, en nuestro pasaje, tenemos la llegada de los mensajeros de Dios antes que se produzca la contienda final. Estos mensajeros tienen la misión de profetizar; profetizarán 1,260 días, es decir, tres años y medio, que, como ya hemos visto, es el tiempo que se relaciona siempre con el terror y la destrucción de vienen. Su mensaje será sombrío, porque están vestidos de cilicio Será un mensaje de condenación; el escucharlo será como una tortura, y la gente se alegrará cuando maten a los dos testigos (versículo 10). (i) Algunos investigadores han alegorizado este pasaje totalmente. Identifican los dos testigos con la Ley y los Profetas, o con la Ley y el Evangelio, o con el Antiguo y el Nuevo Testamento. O ven en los dos testigos una figura de la Iglesia. Jesús les había dicho a Sus seguidores que serían Sus testigos en Jerusalén, en Judasa, en Samaria y hasta lo último de la Tierra Hec 1:8 ). Los que identifican los dos testigos con el testimonio de la Iglesia explican el número dos en relación con Deu 19:15 , donde se dice que si se presenta una acusación contra alguien habrá de ser confirmada con la evidencia de dos testigos por lo menos. Pero la escena de los dos testigos es tan definida que nos da la impresión de que se refiere a dos personas concretas. (ii) Se ha sugerido que los dos testigos son Henoc y Elías. Se nos da a entender que ninguno de los dos murió. " Caminó, pues, Henoc con Dios, y desapareció porque Dios se le llevó» (Gen 5:24 ); Elías fue arrebatado en un torbellino y en un carro de fuego (2 Reyes 2: I1); y Tertuliano se refiere a una creencia dé que Dios los guardaba en el Cielo para que dieran la muerte al Anticristo (Acerca del alma, 50). (iii) Es mucho más probable que. los testigos sean Moisés y Elías, a quienes los judíos consideraban respectivamente el supremo legislador y el más grande de los profetas; y era idóneo que las dos máximas figuras de la historia religiosa de Israel fueran los mensajeros de Dios en el último tiempo. Fueron ellos dos los que se Le aparecieron a Jesús en el Monte de la Transfiguración (Mar 9:4 ). Además, lo que se dice de los dos testigos corresponde a Moisés y Elías como a ningún otro. Se dice (versículo 6) que tienen poder para convertir el agua en sangre y para herir la Tierra con toda clase de plagas, y eso fue lo que hizo Moisés (cp. especialmente Exo 7:1418 ). Se dice que echan fuego por la boca que consume a sus enemigos, y que pueden cerrar los cielos para retener la lluvia, cosas que hizo Elías con la compañía de soldados que iban a detenerle (2Re 1:9 s) y cuando le profetizó a Acab que no caería lluvia sobre la tierra (1 Reyes 17: l). Ya hemos visto que se esperaba que Elías volviera como heraldo del fin; y no sería forzado considerar que la promesa de Dios de suscitar un profeta como Moisés Deu 18:18 ) una profecía de que volvería Moisés mismo.
LA MUERTE SALVÍFICA DE LOS DOS TESTIGOS Apocalipsis 11:7-13 Los testigos han de predicar el tiempo que se les ha señalado, y luego vendrá el Anticristo como la bestia del abismo; seguidamente los dos testigos serán cruelmente asesinados. Esto ha de suceder en Jerusalén, que aquí recibe los terribles nombres de Sodoma y Egipto. Mucho tiempo atrás Isaías se había dirigido a los gobernantes de Jerusalén llamándolos gobernadores de Sodoma, y al pueblo de Jerusalén como el pueblo de Gomorra (lsaías 1:9s). Sodoma y Gomorra representan los prototipos del pecado, los símbolos de los que no habían recibido a los mensajeros (cp. la historia en Gen 19:4-11 ) y que habían hecho esclavos a sus bienhechores (Sabiduría 19:14 s). La maldad de Jerusalén ya había crucificado a Jesucristo, y en los días por venir ha de contemplar la muerte de Sus testigos con gozo. Los de Jerusalén odiarán a los dos testigos hasta tal punto que dejarán sus cadáveres en la calle sin enterrar. Para los judíos era algo terrible no dar sepultura a un cadáver. Cuando los paganos atacaron al pueblo de Dios, para el salmista era la mayor tragedia de todas que no hubiera nadie que los enterrara (Sal 79:3 ); la amenaza al profeta desobediente, que se cumplió, fue que sus restos mortales no descansarían en el sepulcro de sus padres (1Re 13:22 ). Y aún peor, tal será el odio de la gente hacia los testigos de Dios que convertirán su muerte en un motivo de fiesta. Pero la cosa no termina así. Después de tres días y medio -aquí tenemos la misma cifra- el hálito de vida entró de nuevo en los dos testigos asesinados, y se pusieron de pie. Y aún habían de suceder cosas más alucinantes: a la vista de todos, los dos testigos fueron asumidos al Cielo, representando, como si dijéramos, la primera partida de Elías al Cielo en el torbellino y el carro de fuego (2Re 2:11 ). Para añadir al terror se produjo un terremoto destructivo que arrasó una décima parte de la ciudad y produjo la muerte de siete mil de sus habitantes. El resultado fue que los que habían visto estos acontecimientos aterradores y escapado con vida dieron gloria a Dios; es decir, que se arrepintieron, porque esa era la única manera real de dar gloria a Dios. El gran interés de este pasaje radica en el hecho de que los incrédulos fueron ganados mediante la muerte sacrificial de los testigos y por su vindicación por Dios. Aquí tenemos repetida la historia de la Cruz y la Resurrección. El mal debe ser conquistado y las personas ganadas, no por la fuerza sino por la aceptación del sufrimiento por el nombre de Cristo.
carlos adrian gomez burgara
carlosadrian@inbox.ru
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