El término «apócrifo» fue acuñado por Jerónimo en el siglo V, para referirse básicamente a documentos judíos antiguos escritos en el período comprendido entre el último libro de las escrituras judías, Malaquías, y la venida de Jesucristo. Existen libros Apócrifos del Antiguo Testamento y los posteriores a la venida de Jesucristo, los cuales fueron escondidos con el propósito de salvarlos de la persecución y la destrucción, ya que eran quemados por no ser aceptados. Son libros que, según criterio acordado, no fueron inspirados por Dios y que no forman parte de ningún canon. Los libros que no forman parte del canon de la religión profesada por la Iglesia Católica, también se consideran apócrifos.
La consideración de un libro como apócrifo varía según la religión.2Por ejemplo, algunos libros considerados canónicos por los católicos son considerados apócrifos por judíos y protestantes. En concreto, los católicos aceptaron los libros de Tobías, Judit, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico (Sabiduría de Jesús, Hijo de Siraque o Sirácide o Ben Sirá), I y II Macabeos y Baruc. Algunos de estos libros son los incluidos en la Septuaginta3 por razones históricas o religiosas. De acuerdo con la terminología teológica católica/ortodoxa, para éstos son libros deuterocanónicos, es decir, los libros que fueron reconocidos como canónicos en un segundo momento (del griego δεύτερος deúteros, 'segundo'). Estos también incluyen adiciones en Ester y Daniel, es decir, los episodios de la Historia de Susana y Bel y el dragón.
Los apócrifos son cartas, colecciones de frases, narrativas de creación y profecías apocalípticas. Además de las que abordan la vida de Jesús o sus seguidores, unas 50 más contienen narrativas vinculadas al Antiguo Testamento
carlos adrian gomez burgara
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