Lunes 18 de mayo
Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles (1 Cor. 15:33).
Es cierto que nos esforzamos por mantener una buena relación con nuestros parientes y tratarlos bien. Pero debemos tener cuidado para no desobedecer a Jehová con tal de agradarlos. Solo seremos amigos de las personas que aman a Jehová. Quienes andan en la verdad tienen que ser santos (Is. 35:8; 1 Ped. 1:14-16). Cuando aprendimos las normas justas de la Biblia, todos tuvimos que hacer cambios. Algunos tuvieron que darle un giro radical a su vida. En cualquier caso, nunca debemos cambiar nuestra limpieza por la suciedad moral de este mundo. ¿Qué nos ayudará? Reflexionar en el precio tan alto que Jehová pagó para que seamos santos: la sangre preciosa de su Hijo, Jesucristo (1 Ped. 1:18, 19). Si en nuestra mente y corazón tenemos bien grabado el valor del sacrificio de Jesús, seguiremos limpios ante Jehová. w18.11 11 párrs. 10, 11
Martes 19 de mayo
Mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá (Miq. 7:7).
Muchos siervos de tiempo completo dan fe de que centrarse en el ministerio los ayudó a conservar el equilibrio frente a los cambios. Como muestran sus ejemplos, si hacemos cuanto está en nuestra mano dentro de nuestras circunstancias y confiamos en Jehová, conservaremos la paz interior. Es posible que hasta nos demos cuenta de que adaptarnos a la nueva situación nos ha beneficiado mucho en sentido espiritual. Si la vida nos cambia de la noche a la mañana —sea debido a una nueva asignación, problemas de salud o nuevas obligaciones familiares—, podemos estar seguros de que Jehová se interesa en nosotros y nos ayudará en el momento apropiado (Heb. 4:16; 1 Ped. 5:6, 7). Mientras tanto, hagamos cuanto esté en nuestra mano dentro de las circunstancias. Acerquémonos más a nuestro Padre celestial mediante la oración y aprendamos a dejar que él nos cuide. Así conservaremos la paz interior a pesar de los cambios. w18.10 30 párr. 17; 31 párrs. 19, 22
Miércoles 20 de mayo
Jehová conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo (Sal. 103:14).
En la Biblia, se relatan muchos casos en los que Jehová trató a sus siervos con consideración. Un ejemplo de esto lo encontramos en 1 Samuel 3:1-18, cuando Jehová ayudó al joven Samuel a darle un mensaje de condena al sumo sacerdote Elí. La Ley de Jehová mandaba a los niños que respetaran a la gente mayor, sobre todo a “un principal” o jefe del pueblo (Éx. 22:28; Lev. 19:32). Por ello, es difícil imaginarse a Samuel atreviéndose a ir por la mañana adonde Elí para darle el duro mensaje de condena de Dios. De hecho, el relato cuenta que “tenía miedo de informar a Elí” de la visión. Pero Dios le dejó claro a Elí que era él quien estaba llamando a Samuel. Así que Elí se encargó de la situación y le dijo a Samuel que no le ocultara nada. Samuel obedeció y “le refirió todas las palabras”. Estas concordaban con un mensaje que había recibido con anterioridad (1 Sam. 2:27-36). Este relato nos enseña que Jehová es muy sabio y considerado. w18.09 23 párr. 2; 24 párrs. 4, 5
Jueves 21 de mayo
Oh Jehová, ¿quién será huésped en tu tienda? El que está hablando la verdad en su corazón (Sal. 15:1, 2).
En el mundo de hoy, decir mentiras se ha convertido en algo habitual. En un artículo titulado “Por qué mentimos”, una prestigiosa revista indica: “La mentira ha llegado a ser reconocida como un rasgo humano profundamente arraigado”. Por lo general, la gente recurre a mentir, o bien para protegerse y encubrir sus errores y malas acciones, o bien para conseguir mejores puestos y obtener ventajas económicas y personales. El artículo señala que la gente dice mentiras “con facilidad, mentiras grandes y pequeñas, a extraños, compañeros de trabajo, amigos y seres queridos”. ¿Cuáles son las consecuencias de que se mienta tanto? Se pierde la confianza y se rompen las relaciones. David le dijo en oración a Jehová: “Te has deleitado en la veracidad misma en lo interior” (Sal. 51:6). En efecto, él sabía que lo importante es que tengamos la verdad en nuestro interior. En todos los campos de la vida, los cristianos verdaderos nos decimos la verdad (Zac. 8:16). w18.10 7 párr. 4; 8 párrs. 9, 10; 10 párr. 19
Viernes 22 de mayo
Siguió guiándolos en seguridad, y no sintieron pavor (Sal. 78:53).
Cuando los israelitas salieron de Egipto, en el año 1513 antes de nuestra era, debían de ser más de tres millones. Había personas de todas las edades, desde niños hasta bisabuelos, y seguramente también enfermos y discapacitados. Para liderar a una multitud tan grande, había que ser considerado y comprensivo. Y así fue Jehová mediante Moisés. Gracias a ello, los israelitas no se sintieron indefensos al partir del único hogar que habían conocido (Sal. 78:52). ¿Qué hizo Jehová para que se sintieran seguros? Por un lado, los sacó de Egipto “en orden de batalla” (Éx. 13:18). Salir de forma tan organizada sin duda les transmitió la seguridad de que Dios tenía todo bajo control. Por otro lado, Jehová hizo que su presencia fuera visible mediante “una nube” por el día y “una luz de fuego” por la noche (Sal. 78:14). Era como si les estuviera diciendo: “No tengan miedo. Aquí estoy para guiarlos y protegerlos”. w18.09 26 párrs. 11, 12
Sábado 23 de mayo
¡Oh que en el Seol me ocultaras, que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí! (Job 14:13).
En tiempos bíblicos, algunos siervos fieles de Dios se sintieron tan agobiados que desearon morir. Por ejemplo, desesperado por el dolor, Job dijo que estaba asqueado de la vida y que deseaba la muerte (Job 7:16). Como a Jonás las cosas no le salieron en su asignación como esperaba, se sintió muy decepcionado y dijo: “Ahora, oh Jehová, quita, por favor, mi alma de mí, porque mejor es mi morir que mi estar vivo” (Jon. 4:3). Y el profeta Elías se sintió tan mal en cierto momento que pidió a Dios que lo dejara morir. Dijo: “¡Basta! Ahora, oh Jehová, quítame el alma” (1 Rey. 19:4). Sin embargo, Jehová valoraba a estos siervos fieles y deseaba que vivieran. No los condenó por sus sentimientos, sino que los consoló con amor y los ayudó a recuperar el deseo de vivir y de seguir sirviéndole fielmente. w18.09 13 párr. 4
Domingo 24 de mayo
Somos colaboradores de Dios (1 Cor. 3:9).
Los colaboradores de Dios son conocidos por mostrar hospitalidad. En las Escrituras Griegas Cristianas, el término que se traduce “hospitalidad” significa “bondad a extraños” (Heb. 13:2; nota). La Biblia contiene muchos relatos que nos enseñan a mostrar hospitalidad (Gén. 18:1-5). Hacemos bien en acostumbrarnos a aprovechar toda oportunidad que se presente de ayudar a otros, estén o no “relacionados con nosotros en la fe” (Gál. 6:10). Podemos colaborar con Dios siendo hospitalarios con los siervos de tiempo completo que visitan la congregación (3 Juan 5, 8). Por lo general, esas visitas suministran la oportunidad de que haya “un intercambio de estímulo” (Rom. 1:11, 12). La Palabra de Dios anima a los varones a colaborar con Jehová esforzándose por ser siervos ministeriales y ancianos (1 Tim. 3:1, 8, 9; 1 Ped. 5:2, 3). Quienes lo hacen sienten el deseo de ayudar a sus hermanos tanto en sentido espiritual como de maneras prácticas (Hech. 6:1-4). Y los que atienden tareas necesarias en la congregación seguro que nos dirán que se disfruta muchísimo ayudando así a los demás. w18.08 24 párrs. 6, 7; 25 párr. 10
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.