Por,.-<Dracherd Richard >
Muy buenos días!
Me disculpo por mi ausencia de publicaciones pero me tome el tiempo para traducir correctamente la biblia negra y escribirla para su información aquí la verdadera historia
—No lo haré de la forma en que tú dices, acuéstate en el suelo y déjame estar arriba. Así es como lo hacen macho y hembra, así es como debemos hacerlo.
Adán no era precisamente… uno de los mayores encantos de este mundo. El único mundo que conocía.
Me retiré de allí en ese momento, cansada de su actitud, de sus berrinches, de su cabeza dura. No me hubiera importado el estar abajo un par de veces, si las siguientes él estuviera abajo. No me hubiera importado escuchar sus ideas, lo que él tenía que decir, si me hubiera devuelto la cortesía durante el poco tiempo que estuvimos juntos. El poco tiempo que le vi, a él y a mi padre.
Caminé en ese entonces, una larga distancia en el jardín, totalmente exhausta de las leyes y dictámenes que salían de la boca de quien se supone debía de ser mi pareja, sabía que no iba a poder soportarlo por mucho más tiempo, así fue como llegó el momento de aclarar las cosas con mi padre.
Puse marcha directamente hasta el borde, donde las paredes blancas se alzaban hasta el cielo, el límite del Jardín. El invocar a Yhwhwa dentro de su propio hogar no era difícil, todos los días recibíamos mensajes de ÉL, a través de los ángeles, nos visitaba a menudo.
Había sido creada después de Adán, así que, bueno, estaba bien, supongo que habría un poco de favoritismo por el Primero, pero las cosas habían comenzado a rayar en lo ridículo, y era obvio que no estaba siendo escuchada. Si la oca ponía hasta veinte huevos y quería a todos sus polluelos por igual, desde el primero hasta el último en reventar el cascaron, ¿por qué mi propio padre, mi creador, no podía ser así?
Escarbé un hoyo poco profundo y dejé caer una lágrima de frustración. Un brote comenzó a elevarse sobre la tierra, creciendo rápidamente hasta transformarse en una flor que desconocía. ÉL me había dado el poder de la Creación, magia infinitamente inferior a la de ÉL, pero aun así magia. Me lo había confiado, y a Adán no. Por un tiempo este pensamiento me había frenado, me había hecho hacer creer a mí misma que las cosas no eran tan malas, pero todo había llegado a su punto de quiebre.
A ÉL no le gustaba que creara cosas de la nada, pero sabía que esta era la manera de atraer su atención y que dejara de insistir en solo hablarme cuando Adán estuviera presente. Las pequeñas flores que crecieron en racimos eran preciosas, de cinco pétalos azules de color profundo, y un centro amarillo que recordaba en sí a una pequeña estrella.
Una de ellas creció hasta alcanzar el largo de un melón, y sobre ella estaba mi lágrima, que se extendió por toda la superficie de la flor, reflejando el cielo del Paraíso. Padre no nos dejaba abandonar el jardín, SU Jardín, colocado detrás de su mansión, a la cual, por supuesto, nunca habíamos podido entrar. Este Jardín era nuestra única casa, nuestro único refugio, ÉL insistía en que no había razón para que viéramos el resto del Paraíso, que teníamos más que suficiente aquí, y tenía razón, claro que la tenía. Pero muchas veces veía al cielo y me preguntaba, ¿Quién más lo estaría viendo conmigo fuera de los muros blancos?
—¿Qué es lo que ha pasado Hija? —preguntó su voz omnipotente, saliendo poderosa, de la pequeña flor.
—Ya no quiero estar junto a Adán. Es un prepotente, un cretino y un patán. No lo soporto.
—Tenle paciencia Hija, él fue el Primero, tiene que acostumbrarse a algunas cosas, no es tan diestro o entendido como lo eres tú. Acepto mi culpa en ello.
—¿No es entendido? Yo creo que a contrario de cómo le defiendes, se entiende muy bien. —No me gustaba hablarle así, con rudeza, con rabia, pero me sentía tan ofuscada, tan perdida—. Necesito que hables con él, necesito que le hagas entender. Yo no soy su súbdita, yo no soy inferior, tu no me creaste así, a menos… a menos que tú así lo creas…
La flor no me respondió de inmediato, tan solo se movió un poco, hacia un lado, evitándome…
—Creo que Adán solo necesita un poco de tiempo para cambiar. Se está adaptando, él no es como tú, no es mágico… —Dejé de escucharlo en ese momento, no podía creer que estuviera escuchando palabras vacías que tan solo quisieran calmarme, como muchas otras veces. No lo supe en ese momento, pero mi corazón se rompió mientras me encontraba de rodillas.
Mi corazón fue el primero en romperse.
—Suficiente. No quiero escuchar más —corté sin poder contenerme.
—¿Perdona?
—No puedes exigirle a Adán que cambie, eso es cruel y va en contra de su naturaleza, así como tampoco puedes exigirme a mi cambiar. Quizá no te hayas dado cuenta aún, quizá no te quieras dar cuenta, pero ni él ni yo somos perfectos. No somos como el resto de las creaciones, los ángeles, las plantas o los animales, no encajamos en la armonía…
—Tonterías. —Fue su turno de interrumpirme—. Por supuesto que son perfectos. Los he creado de mi propio ingenio, de mi propio ser. Lo son y viven en un reino donde la perfección es el orden. Tan solo necesitan tiempo para aclimatarse, tu aún no encuentras el balance de tus poderes, es lo mismo con tu Hermano.
Pero yo sabía que no era así. Este era un asunto que iba más allá de los poderes, algo por lo que sabía, Adán me resentía profundamente. El envidiaba mis dones, y Yhwhwa no estaba dispuesto a admitir que se había equivocado, que, en el Jardín del Edén, en su propio hogar, en los terrenos del Paraíso mismo, ÉL había abierto la puerta para la imperfección. Nosotros dos.
No es que Adán no tuviera dones y cualidades, es que su autoritarismo en contra de mi persona, su deseo de dominar, de oprimir, de destruir no eran los regalos que nuestro Padre le había concedido. Eran defectos.
—No hablaras con él, eso es lo único que escucho. Pero no solo escucho, también veo, ¿y sabes lo que veo? Veo que en tu mirada celestial se posa algo tan mundano como el favoritismo —escupí con despecho.
—Detente ahí mismo Hija.
—Tú amas crear las cosas y nos amas a todos, pero no somos iguales, lo seremos ante tus ojos, pero unos son más iguales que otros, ¿no es cierto? Amas más a Adán que a mí, y amas más a Lucifer que a los otros ángeles. ¿Sabes acaso lo celoso que se puso Michael cuando le entregaste a él como regalo un tercio de todas las estrellas? Pero probablemente, aunque lo supieras, no te importaría… —Lágrimas de rabia surcaron por mi rostro en ese momento, llanto colérico que no pude evitar—. Tus favoritismos harán que tu Reino caiga padre, ¡serás traicionado por los que más amas!
Todo se detuvo en ese momento. El cielo sobre mí se oscureció, profético. Una ráfaga de viento como nunca antes llegó y barrió contra mi ser. El viento nunca había sido así antes, él siempre me acariciaba, me reconfortaba. Eran los abrazos de mi creador.
—Me has maldecido… —susurró la flor, completamente incrédula.
Yo fui quien lanzó la primer maldición.
—¡Retráctate! ¡Retráctate ahora, hija mía!
—Lo siento Yhwhwa, no puedo contradecir lo que fielmente creo.
Fue un acto de rebeldía, lo admito ahora. Pero después de tantos años, tantos siglos, tanto polvo y estrellas apagadas, no creo que pudiera haber dicho algo diferente. No creo que pudiera haber hecho alguna diferencia al caer de nuevo bajo su mando.
La lágrima se desvaneció de inmediato. Era su magia después de todo, contestando a mi llamado. Yo solo había creado la flor.
Desde ese momento, ÉL ya no volvió a dirigirme la palabra, Adán se encontró especialmente feliz al respecto. Siempre molestándome, insinuándome que uno de aquellos días, Padre me iba a desaparecer. Pero no lo hizo.
Una de tantas tardes, oculta en medio de una cueva como se había vuelto mi costumbre al ya no poder disfrutar el Paraíso por la pesadez que había anidado en mi pecho, llegó una de las Dominaciones. Me informó que Padre solo tenía dos opciones para mí, disculparme inmediatamente y seguir formando parte de sus planes en este universo, o salir de su Reino de inmediato, siendo exiliada por siempre del único lugar que conocía.
Elegí retirarme, lentamente y con la cabeza en alto, mientras escuchaba a Adán reírse socarronamente a mis espaldas.
Dos Principados me abrieron las puertas, arcaicas y oxidadas, sus mecanismos casi no funcionaron, porque nunca en todo lo que iba de la Creación habían sido usadas. Poco sabía yo que se usarían una segunda vez, pero yo fui la primera en ser desterrada del Jardín.
Temía por mi vida, no sabía, no entendía qué podía haber detrás.
Pensaba que sería la Nada, que moriría en ese momento, que todo era una trampa por parte de Yhwhwa para finiquitar mi existencia. Pero, aun así, salí, sabiendo que de cualquier forma, otro lugar sería mejor para alguien tan desdichada como yo.
No encontré la Destrucción, tampoco la Nada me recibió, solo supe que había perdido el Todo, y todo por culpa de Adán.
Me adentré en los demás Reinos, de los demás Dioses y demás creaciones, aprendiendo de su existencia. Pero, aun así, no pude separarme mucho de mi antiguo hogar. Rondé entre un plano terrenal vacío y neutro, desde las sombras, me enteré de todo.
Lucifer no pudo soportar tampoco el favoritismo de Yhwhwa por Adán, su reacción fue mucho más radical que la mía. Vi su caída, desde los Cielos, directo a otro lugar abandonado, a tierra de nadie que Padre transformó en su castigo y su tormento. Un segundo abandono no le cayó del todo bien, mucho menos el tercero.
Su tan amado arcángel decidió llevar a cabo su venganza, por mucho, los dotes que le fueron entregados sobrepasaban los míos, así que no le fue difícil el corromper a un antiguo conocido, y a una nueva habitante. Padre la había creado de una de las costillas de Adán, y le había hecho algunas modificaciones al diseño.
Los pechos de Eva eran alargados y sinuosos, a diferencia de los míos, inexistentes. El rostro de la Segunda Mujer era mucho más fino, redondeado, apetecible para Adán, en lugar del mío, el cual casi lo reflejaba, a excepción de unos cuantos rasgos sutilmente femeninos, que sin duda habían servido para inspiración en Eva.
Su cuerpo era sinuoso, curveo y estilizado, no mucho que ver con mi complexión cuadrada. La Segunda Mujer había sido creada, perfeccionada, hecha extremadamente diferente al Primer Hombre, ahora eran dos polos, en lugar de un mismo centro.
Y yo les odiaba. Los sigo odiando con todo mi ser.
No fue suficiente cuando traicionaron la confianza de Yhwhwa y ÉL les castigó.
No fue suficiente verlos marchar por la misma puerta, sufrir el mismo exilio, el tener que aprender las mismas cosas por las mismas rutas difíciles por las que yo tuve que hacerlo. Porque por lo menos ellos se tenían el uno al otro, se podían consolar en su amor, yo no tuve a nadie.
Los odié y odio candentemente. Los odie en cuanto crearon su propia estirpe, y la esparcieron por el terreno neutral que ahora, Yhwhwa había decidido iba a ser su nuevo hogar. Sin importar que yo lo hubiera descubierto primero, sin importar que yo estuviera aquí antes.
Desplazada. Otra vez.
Juré venganza entonces, en contra de ellos y en contra de toda su descendencia. La descendencia de Eva.
Mi magia había crecido, me había hecho más fuerte, más sabia, con mayor experiencia. Y yo tenía el poder de crear lo que quisiera, así que me arriesgué, y creé lo que no tenía a diferencia de Eva, un vientre capaz de albergar vida, y creé lo que Eva ni ninguna de sus descendientes jamás tendrían. La posibilidad de concebir sin necesidad de Adán.
Mis hijas eran idénticas a mí, tendrían que disfrazar sus diferencias y las envié por todo el mundo, por toda la extensión de la tierra con una única misión: acabar, exterminar, borrar para siempre a la estirpe humana, atacando lo más frágil y preciado que las hijas de Eva poseían, algo que ninguno de los tres nunca conoció. Los niños, en su preciosa, frágil e inocente infancia.
Pero ha sido hace mucho, eones diría yo. Seguí teniendo hijas por mi cuenta, hasta que fueron suficientes y perdí el poder por elección propia. Tuve otros descendientes, producto de aventuras y escapes con otras entidades, algunos de ellos, demonios mismos escapados del Infierno, la única prisión que Yhwhwa creó y en la que nunca he puesto pie, a pesar de grandes y elaborados esfuerzos de arcángeles recelosos y vengativos.
Eva fue la Primer Mujer en parir a cada ser humano, yo fui la Primer Mujer en parir a cada demonio.
Nunca pensé que las cosas explotarían de tal forma. Nunca pensé que los descendientes de Eva y Adán fueran a llenar la Tierra, a conquistarla e iniciar su propio declive.
Nunca pensé que pasarían más de dos mil años después del nacimiento de Jesucristo y las cosas fueran a cambiar tanto, en tan poco tiempo.
Nunca pensé que algunas de mis hijas conservarían por siempre su forma, otras fornicarían con otros demonios y traerían a la Existencia, peores y pestilentes criaturas, mientras otras caían enamoradas de ángeles o peor aún, descendientes de Adán y Eva, regalando así, a las generaciones nacidas de esas uniones sacrílegas para mí, las formas humanas que me faltaban y dándoles un alma y lugar en el Reino de Yhwhwa, quien las vio como Hijas regresadas al sendero, a su ala.
Nunca pensé que viviría tanto, como para que dejara de importarme todo esto.
Mi nombre es Lilith, y mis hijas, miles de descendientes ente los millones de ellos, ocultas, con diferentes propósitos, metas y naturalezas, existimos. Toda una nueva rama entre el gran espectro de lo desconocido, que los engulle por completo a pesar de sus estetoscopios y satélites. Encontradas, esparcidas entre ustedes, y muchos más.
La biblia jamás nunca nos mencionó, a nosotras, las brujas o brujos.
Espero q les guste...
YHWH dara lo nesesario,de alli viene el dicho que hasta hoy se escucha:En su montaña YHWH,da lo nesesario. bereshit.22:14
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