Lunes 23 de marzo
Dios no es parcial (Hech. 10:34).
El apóstol Pedro estaba acostumbrado a relacionarse solo con judíos. Pero, cuando Dios dejó claro que los cristianos deben ser imparciales, Pedro le predicó a un soldado romano llamado Cornelio (Hech. 10:28, 35). A partir de entonces, empezó a comer y a pasar tiempo con creyentes gentiles, es decir, de origen no judío. Sin embargo, años después, dejó de comer con unos cristianos no judíos en la ciudad de Antioquía (Gál. 2:11-14). En aquella ocasión, Pablo lo reprendió, y Pedro aceptó la corrección. ¿Por qué lo sabemos? Porque, cuando les escribió su primera carta a los cristianos judíos y gentiles de Asia Menor, habló con cariño de “toda la asociación de hermanos” (1 Ped. 1:1; 2:17). Está claro que, gracias al ejemplo de Jesús, los apóstoles aprendieron a amar “a hombres de toda clase” (Juan 12:32; 1 Tim. 4:10). Aunque les llevó algún tiempo, cambiaron su manera de pensar. Al ponerse “la nueva personalidad”, los primeros cristianos llegaron a ver a todas las personas tal y como las ve Dios: como iguales (Col. 3:10, 11). w18.06 11 párrs. 15, 16
Martes 24 de marzo
Estén firmes teniendo puesta la coraza de la justicia (Efes. 6:14).
En el siglo primero, uno de los tipos de coraza que llevaban los soldados romanos estaba hecho con bandas de hierro superpuestas. Esto impedía que las espadas y las flechas les hirieran el corazón u otros órganos vitales. Por eso era tan importante que el soldado revisara con frecuencia que las bandas estuvieran bien sujetas y colocadas. La coraza representa muy bien la forma en que las justas normas de Dios protegen nuestro corazón simbólico (Prov. 4:23). Tal como un soldado no cambiaría una coraza de hierro por otra de menos calidad, nosotros tampoco cambiaremos las normas divinas por nuestras propias ideas. Nuestro criterio es muy limitado y no puede ofrecernos la protección necesaria (Prov. 3:5, 6). Por eso es tan importante que revisemos con frecuencia que las bandas de la coraza cristiana estén bien sujetas sobre nuestro corazón. Cuanto más amemos las verdades bíblicas, más fácil será llevar nuestra “coraza de la justicia”, es decir, vivir de acuerdo con las justas normas de Dios (Sal. 111:7, 8;1 Juan 5:3). w18.05 28 párrs. 3, 4, 6, 7
Miércoles 25 de marzo
El pueblo se puso a reñir con Moisés (Núm. 20:3).
A pesar de que Moisés llevaba tantos años siendo un buen líder para los israelitas, protestaban por la falta de agua. Y se quejaban también de Moisés, como si él tuviera la culpa de que no hubiera agua (Núm. 20:1-5, 9-11). En aquel momento tan tenso, la ira hizo que Moisés perdiera la calma. En vez de hablarle con fe al peñasco, como Jehová le había mandado, les habló con amargura a los israelitas y les dijo que iba a hacer un milagro. Entonces, golpeó dos veces la roca, y salió una gran cantidad de agua. El orgullo y la cólera lo llevaron a cometer un lamentable error (Sal. 106:32, 33). Por haber perdido la mansedumbre durante unos instantes, Jehová no le permitió entrar en la Tierra Prometida (Núm. 20:12). ¿Qué valiosas lecciones aprendemos de lo que le pasó a Moisés? Primero, que debemos hacer un esfuerzo constante por seguir siendo mansos. Si nos descuidamos, aunque sea por un momento, el orgullo puede asomar y hacer que hablemos y actuemos de manera imprudente. Segundo, que el estrés puede debilitarnos, así que esforcémonos por ser mansos incluso cuando estamos bajo presión. w19.02 12, 13 párrs. 19-21
Jueves 26 de marzo
Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada (Mat. 24:14).
¿Será una carga para nosotros obedecer el mandato de Jesús de predicar? Al contrario. Después de hablar de la vid, Jesús nos aseguró que tendremos el mismo gozo que él si predicamos el Reino (Juan 15:11). ¿Por qué? Él se comparó a una vid y dijo que sus discípulos eran las ramas (Juan 15:5). Las ramas reciben el agua y los nutrientes de la planta mientras forman parte de ella. De igual modo, nosotros sentiremos el mismo gozo que Jesús siente al hacer la voluntad de su Padre siempre y cuando nos mantengamos unidos a él y sigamos sus pasos con atención (Juan 4:34; 17:13; 1 Ped. 2:21). Hanne, que lleva sirviendo de precursora más de cuarenta años, dice: “El gozo que siempre siento después de salir al ministerio me anima a seguir sirviendo a Jehová”. Así es, este profundo gozo nos da la fuerza para seguir predicando, incluso en territorios difíciles (Mat. 5:10-12). w18.05 17 párr. 2; 20 párr. 14
Viernes 27 de marzo
Fui nombrado maestro de naciones en el asunto de la fe y la verdad (1 Tim. 2:7).
El apóstol que más hizo para animar a sus hermanos tal vez fue Pablo. El espíritu santo lo envió a predicar a los habitantes del mundo grecorromano, quienes adoraban a muchos dioses (Gál. 2:7-9). Pablo viajó a lo largo y ancho de lo que hoy es Turquía, así como por Grecia e Italia, y formó congregaciones entre los no judíos. Aquellos nuevos cristianos necesitaban mucho ánimo porque los perseguían “sus propios compatriotas” (1 Tes. 2:14). En la carta que le escribió hacia el año 50 a la joven congregación de Tesalónica, Pablo les dijo a sus hermanos: “Siempre damos gracias a Dios cuando hacemos mención respecto a todos ustedes en nuestras oraciones, porque incesantemente tenemos presentes su fiel obra y su amorosa labor y su aguante” (1 Tes. 1:2, 3). Además, les dio este mandato: “Sigan consolándose unos a otros y edificándose unos a otros” (1 Tes. 5:11). w18.04 18, 19 párrs. 16, 17
Sábado 28 de marzo
Primero tienen que predicarse las buenas nuevas (Mar. 13:10).
Si un joven desea centrarse en agradar a Jehová, debe darle atención especial a la predicación. Como esta obra es muy urgente, debe ser una de nuestras mayores prioridades. Por eso, joven, ¿has pensado en ponerte la meta de predicar más a menudo o incluso hacer el precursorado? Ahora bien, ¿qué puedes hacer si no disfrutas mucho de la predicación? Y ¿qué te ayudará a tener mejores resultados al hablar de Jehová? Haz estas dos cosas básicas: prepárate bien y no dejes de contarles a los demás lo que sabes. Puede que te sorprendas al ver lo mucho que disfrutas. Para empezar, prueba a prepararte para responder alguna pregunta que pudieran hacerte tus compañeros de escuela, como por qué crees en Dios. El sitio jw.org contiene artículos que ayudan a los jóvenes a dar una respuesta. Allí encontrarás una hoja de ejercicios titulada “¿Qué razones tengo para creer en Dios?”. Esta hoja te ayudará a preparar la respuesta. w18.04 27 párrs. 10, 11
Domingo 29 de marzo
Sean fructíferos y háganse muchos (Gén. 1:28).
Aunque Adán y Eva disfrutaban al principio de mucha libertad, Jehová les impuso ciertos límites. Algunos les resultaban naturales, pero eran límites al fin y al cabo. Por ejemplo, para vivir tenían que respirar, comer y dormir, entre otras cosas. Pero no pensaban que esto les quitaba libertad. De hecho, Jehová se aseguró de que disfrutaran de la vida incluso al hacer estas cosas rutinarias (Sal. 104:14, 15; Ecl. 3:12, 13). Jehová les mandó a Adán y Eva que poblaran y cuidaran la Tierra. ¿Les robó algo de libertad este mandato? Claro que no. Les dio la oportunidad a todos los seres humanos de participar en el propósito del Creador de convertir la Tierra en un paraíso donde los seres humanos vivan para siempre (Sal. 127:3; Is. 45:18). Como vemos, Adán y Eva podían haber disfrutado de su matrimonio y sus hijos por toda la eternidad. w18.04 4, 5 párrs. 7, 8
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