Lunes 16 de marzo
Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros (Juan 13:34).
La última noche que Jesús estuvo con sus discípulos, mencionó el amor casi treinta veces. Les dijo con claridad que debían amarse unos a otros (Juan 15:12, 17). Ese amor sería tan sobresaliente que los distinguiría como sus verdaderos seguidores (Juan 13:35). El amor del que habló Jesús no es solo una emoción, sino una cualidad poderosa que se demuestra con actos desinteresados. Dijo: “Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando” (Juan 15:13, 14). A los siervos de Dios de la actualidad los distingue un amor auténtico y desinteresado, así como una unidad inquebrantable (1 Juan 3:10, 11). Nos esforzamos por tener esa clase de amor sin importar cuál sea nuestra nacionalidad, tribu, idioma o crianza. w18.09 12 párrs. 1, 2
Martes 17 de marzo
Si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe (1 Tim. 5:8).
Jehová espera que sus siervos cuiden de sus familias. Por ejemplo, hay quienes tienen que trabajar para llevar el sustento. Muchas madres se quedan en casa para criar a sus hijos pequeños. Y algunos cristianos deben cuidar de sus padres envejecidos. Estas son cosas que es necesario atender. Si tenemos algunas de estas obligaciones, es probable que no podamos dedicar a las actividades espirituales todo el tiempo que nos gustaría. Pero no nos desanimemos. A Dios le agrada que cuidemos de nuestra familia (1 Cor. 10:31). ¿Qué podemos hacer si no tenemos responsabilidades familiares apremiantes? Tal vez podamos ayudar a hermanos mayores, enfermos o que tienen otras necesidades. También podríamos colaborar con los cuidadores de estos hermanos. ¿Por qué no echamos un vistazo a la congregación y pensamos en alguien a quien ayudar? De esta manera, podríamos estar cooperando con Jehová en responder las oraciones de estos hermanos (1 Cor. 10:24). w18.08 24 párrs. 3, 5
Miércoles 18 de marzo
Dios estaba con él, y lo libró de todas sus tribulaciones (Hech. 7:9, 10).
José era el hijo favorito de Jacob. Por ello, sus hermanos tuvieron tanta envidia de él que lo vendieron como esclavo cuando tenía unos 17 años (Gén. 37:2-4,23-28). Tuvo que soportar durante unos trece años la esclavitud y la prisión en Egipto, muy lejos de su querido padre. ¿Qué lo ayudó a no desesperarse y amargarse? Mientras sufría en la cárcel, seguro que José se concentró en las pruebas de que Jehová lo cuidaba (Gén. 39:21; Sal. 105:17-19). Además, los sueños proféticos que tuvo cuando era más joven reforzaron esa confianza (Gén. 37:5-11). Y sin duda le abrió su corazón a Jehová en más de una ocasión (Sal. 145:18). Jehová le respondió ayudándolo a estar convencido de que estaría a su lado pasara lo que pasara. w18.10 28 párrs. 3, 4
Jueves 19 de marzo
El que es de escasos recursos es objeto de odio hasta a su semejante, pero son muchos los amigos del rico (Prov. 14:20).
Un factor que puede afectar nuestra forma de ver a los demás es el dinero. ¿Cómo podría la riqueza o pobreza de una persona condicionar la opinión que tenemos de ella? Movido por el espíritu santo, Salomón escribió esta lamentable verdad sobre los seres humanos imperfectos registrada en el texto de hoy. ¿Qué aprendemos de este proverbio? Que, si no tenemos cuidado, podemos buscar la amistad de los hermanos que tienen mucho dinero y evitar relacionarnos con los que tienen poco. ¿Por qué es tan peligroso valorar a los demás solo por lo que tienen? Porque al hacerlo podríamos crear divisiones en la congregación. En el siglo primero, el discípulo Santiago advirtió que este problema estaba dividiendo a algunas congregaciones (Sant. 2:1-4). No podemos permitir que esto suceda en nuestra congregación. Tenemos que asegurarnos de luchar contra esta tendencia. w18.08 10 párrs. 8-10
Viernes 20 de marzo
Tengan amor intenso unos para con otros (1 Ped. 4:8).
Nuestra gratitud por la amistad especial con Jehová se refleja asimismo en el trato que damos a nuestros hermanos. Ellos también le pertenecen a Dios. Si nunca perdemos de vista este hecho, siempre seremos amables y cariñosos con ellos (1 Tes. 5:15). Jesús les dijo a sus seguidores: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). Es de interés que Malaquías dice que Jehová presta atención y escucha cuando sus siervos se relacionan los unos con los otros (Mal. 3:16). Sin duda, Dios “conoce a los que le pertenecen” (2 Tim. 2:19). Está muy interesado en todas y cada una de las cosas que decimos y hacemos (Heb. 4:13). Cuando no somos bondadosos con nuestros hermanos, Jehová se da cuenta de ello. Pero podemos estar seguros de que también toma nota cuando nos perdonamos y somos hospitalarios, generosos y bondadosos unos con otros (Heb. 13:16). w18.07 26 párrs. 15, 17
Sábado 21 de marzo
A Jehová tu Dios debes adherirte (Deut. 10:20).
Nadie es más poderoso, sabio y cariñoso que nuestro Dios. Por eso, es lógico que nos adhiramos o aferremos a él y que estemos de su lado (Sal. 96:4-6). Aun así, algunos siervos de Jehová han cedido ante una situación que exigía que se pusieran de su parte. Veamos el caso de Caín. Él no se consideraba adorador de ningún otro dios, sino de Jehová. Sin embargo, Jehová no aprobaba su adoración, pues vio malas tendencias en su interior (1 Juan 3:12). Así que le dijo a Caín que recuperaría su favor si cambiaba y hacía lo que estaba bien. Pero le advirtió que, si no cambiaba, el pecado seguiría acechándolo para dominarlo. Luego le preguntó: “Y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?” (Gén. 4:6, 7). En otras palabras, Jehová le estaba diciendo que, si se arrepentía y se ponía de su lado, él estaría del suyo. Pero Caín no escuchó el consejo de Jehová.w18.07 17 párrs. 1, 3; 18 párr. 4
Domingo 22 de marzo
Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres (Mat. 5:16).
Predicar el mensaje del Reino y hacer discípulos es una manera de hacer brillar nuestra luz (Mat. 28:19, 20). También nuestra conducta cristiana sirve para que demos gloria a Jehová. Cuando predicamos, las personas se fijan en cómo nos comportamos. Una sonrisa y un saludo afectuosos dan una buena imagen de nosotros y del Dios al que servimos. Jesús les dijo a sus discípulos: “Al entrar en la casa, salúdenla” (Mat. 10:12). En la zona donde ellos predicaban, era común que la gente invitara a pasar a su casa a un desconocido. Claro, es posible que no exista esta costumbre donde nosotros vivimos. De hecho, muchas personas se ponen nerviosas o hasta se irritan cuando un extraño llama a su puerta. Pero, si somos cordiales y educados, quizá se sientan más tranquilas. Muchas veces, la mejor presentación es una amplia sonrisa. Lo mismo ocurre en la predicación pública con los carritos. Quienes participan en este tipo de predicación seguramente han visto que muchas personas reaccionan bien cuando las saludamos con una sonrisa. w18.06 22 párrs. 4, 5
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