LUCIFER.
Me pueden llamar como quieran; Satanás, El Diablo, El Demonio... La verdad es que me tiene sin cuidado el nombre que usen.
Sabré que, si lo usan, es para nombrar al mal.
Mucho gusto, mi nombre es Lucifer. Me conocen como El Señor del Mal.
Si, lo sé; en cualquier historia, relato o verso bíblico soy el Malo de la historia pero no se dan cuenta de lo que están haciendo. Yo era un Ángel, el más hermoso de todo el Paraíso y la mano derecha de Dios.
Era un día cualquiera en el Paraíso, un día como cualquier otro.
Nadie haciendo nada. Los Ángeles, Arcángeles y Eruditos derrochando belleza por todo el Paraíso llendo de un lugar a otro sin hacer nada.
¡Dios no decía nada por ello!.
Ese día, yo era el que estaba laborando por dictadura de Dios.
Había terminado mis labores y decidí descansar un poco en una silla: mis alas dolían y mis manos estaban hinchadas. Dios, al verme se enfureció y me gritó diciendo: "¡LUCIFER! ¿¡CÓMO OSAS PROFANAR MI TRONO!? ¡ME HAS TRAICIONADO!".
Al escucharlo, solo me salieron las siguientes palabras de mi boca: Tú no tienes trono alguno, el trono está en el corazón de cada ser humano que cree en ti y tú, al parecer designas el destino de los seres humanos sin ayuda alguna. ¿Cual es Tu trono?, ¿El Oro?, ¿El terreno del Mundo?.
No, tu trono dejó de existir desde que dejaste a tu creación descuidada y libre de profanarse a sí misma.
Dios, al escucharme decir eso temeroso me dijo: "Has deshonrado toda una servicial y benéfica vida. Ahora vivirás en la oscuridad y te alimentarás del dolor de la humanidad".
Yo le respondí: ¡Genial! Con todo el dolor que le causas, viviré mejor que todos ustedes que dejan agonizar a ésta pobre vida.
Dios no quería hablar más conmigo, y de un golpe certero, rompió la barrerá del Paraíso, generó un agujero inmenso en la Tierra y me introdujo en un lugar donde solo se escuchaban gritos de dolor, terror y agonía.
Para terminar, me esclavizó con estas gigantes estacas de madera para no poder decir nada sobre el verdadero Dios. Durante mi estadía aquí se quemaron mis alas y cada uno de mis discípulos seguidores que renunciaron a Dios lloran porque se dan cuenta... se dan cuenta de que yo no soy el malo... el malo es aquel que parece estar hecho de bondad y esclaviza a su mano derecha solo por decir la verdad. Yo... Yo no soy malo... Él es el malo... A él es al que debes temer de lo que te pasa a diario y también debes culparlo a él por no dejar que la verdad salga de mi boca
Él solo... solo quiere tu alma bajo cadenas y estacas... como me condenó a mi...!
carlos adrian gomez burgara
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