Apocalipsis de Abraham
La conversión de Abraham
Cierto día, puliendo yo los ídolos de mi padre Taré y los de mi hermano Najor, me pregunte cuál de ellos era en verdad un dios poderoso. Yo, Abraham, en el momento de ejercer mi oficio, cuando terminé los servicios de culto de mi padre Téraj a sus dioses de madera y piedra, de oro y de plata, de bronce y de hierro, habiendo entrado en su templo para el servicio, encontré que el ídolo de piedra llamado Marumar había caído bocabajo a los pies del ídolo de hierro Nacón. Y sucedió que, cuando lo vi, se turbó mi corazón. Meditaba en mi espíritu lugar, dado que era una gran mole de piedra. Fui a avisar a mi padre, entró conmigo y a duras penas lo levantamos para restituirlo a su lugar. Y a pesar de que lo sujetaba por la cabeza, esta se le cayó […]
La manifestación divina
Y ocurrió que mientras yo hablaba así a Téraj, mi padre, en el patio de su casa, la voz del Todopoderoso cayó del cielo en un torrente de fuego diciendo y llamando:
-¡Abraham, Abraham!
Dije:
-Heme aquí.
Dijo:
-Al Dios de dioses y al Creador tú buscas en el fondo de tu corazón. Yo soy. Apártate de tu padre Téraj y sal de su casa
Para que no seas muerto por los pecados de la casa de tu padre.
Primeras revelaciones
Y ocurrió que cuando oí la voz que clamaba tales palabras hacia mí, yo miraba a un lado y a otro y he aquí que no había hálito humano y mi espíritu se espantó. Mi alma se escapó de mí, me quedé de piedra y caí a tierra, pues en mi no había ya fuerzas para tenerme en pie. Estando todavía bocabajo, oí la voz del Santo que decía:
-Ve, Jaoel, y por medio de mi nombre inefable santifícame a este hombre y dale fuerzas contra su terror.
Y el ángel, enviado por Dios, vino a mí bajo aspecto humano, me tomó por la mano derecha y me puso sobre mis pies. Me dijo:
-¡Álzate, Abraham, amigo de Dios, que te ama! Que no te domine el temor humano, pues he sido enviado a ti para fortalecerte y bendecirte en nombre del Dios que te ama, el creador de los cielos y la tierra. Mantente firme y apresúrate hacia El. Yo soy Jaoel, así llamado por Aquel que agita lo que está conmigo en el séptimo espacio sobre el firmamento, una potestad por mediación del nombre inefable que está en mí […]. Yo he sido encargado de destruir el infierno y reducir a polvo a los que adoran a los ídolos. He sido encargado de quemar la casa de tu padre junto con él, pues rendía culto a los ídolos. He sido enviado ahora para bendecirte a ti y a la tierra que ha sido preparada para ti por el Eterno […]. ¡Álzate, Abraham, ve con firmeza! ¡Alégrate mucho y regocíjate! Yo estoy contigo, pues una herencia perdurable ha sido preparada por el Eterno para ti. Ve y cumple el sacrificio prescrito. Pues he sido designado para estar contigo y con la estirpe destinada a nacer de ti […]. ¡Mantente firme y ve!.
Una vez que me hube levantado, vi a quien había tomado mi diestra y me había puesto en pie. El aspecto de su cuerpo era como el zafiro y la apariencia de su rostro como crisolita; los cabellos de su cabeza como la visión del arcoíris. Sus vestiduras eran de púrpura y en su diestra había un caduceo de oro. Me dijo:
-Ven conmigo e iré contigo en forma visible hasta el sacrificio y de forma invisible hasta la consumación de los siglos. ¡Mantente firme y ve!
Y marchamos los dos solos durante cuarenta días y noches. No comí pan ni bebí agua, pues mi alimento era visión del ángel que estaba conmigo y la conversación que mantenía conmigo era mi bebida […].
Oración de Abraham y visión de los animales y del firmamento
Estaba aún hablando el ángel, cuando he aquí un fuego que avanzaba hacia nosotros en derredor. Había una voz en el fuego como voz de muchas aguas, como la voz del mar en su agitación. El ángel se inclinó conmigo y la adoró. Quise postrarme en tierra, pero el lugar de la altura en el que los dos estábamos tan pronto se elevaba hacia lo alto como caía hacia abajo. Dijo el ángel:
-¡Inclínate, Abraham, y entona el cántico que te he enseñado!
Pero no había tierra en la que postrarse. Solo me incliné y entoné el cántico que me había enseñado. Dijo el ángel:
-¡Recita sin parar!
Recité, y él recitaba también el cántico:
-¡Eterno, Fuerte, Santo, El, Dios […]. Incorruptible, Intachable, Ingénito, Inmaculado, Inmortal […]. Tú eres aquel al que ama mi alma […], que recibes las oraciones de los que te honran y te desentiendes de las plegarias de los que te importunan con la impertinencia de sus recriminaciones. Oh libertador de los que están mezclados entre los impíos e injustos en el tiempo corrupto del universo, que renuevas el tiempo de los justos […]. Recíbeme favorablemente, muéstrame e instrúyeme y anuncia a tu servidor lo que me prometiste.
Mientras estaba entonando el cántico, la boca del fuego que estaba en la extensión se eleva cada vez más alto y oí una voz como una tempestad marina y no cesaba por la plétora de fuego. En tanto que el fuego se elevó, borboritando en lo más alto, vi debajo de las llamas un trono de fuego y a seres de muchos ojos a su alrededor que entonaban un cántico. Bajo el trono vi cuatro criaturas ígneas que cantaban. Su aspecto era el mismo; cada una de ellas tenía cuatro rostros. Tal era el aspecto de sus rostros: de león, de hombre, de toro y de águila. Cuatro cabezas y cada criatura con seis alas, un par le salía de sus hombros, un par de sus costados y un par de su cintura, cubriendo sus rostros con las alas que salían de sus hombros, en tanto que con las alas de su cintura revestían sus piernas, y extendían sus alas centrales, volando libremente. Cuando concluían el cántico, se miraban los unos a los otros, y unos a otros se lanzaban miradas desafiantes. Y ocurrió que cuando el ángel que estaba conmigo vio como se desafiaban, me dejó, fue corriendo hacia ellos y a cada una de las criaturas desvió el rostro de la faz que tenía en frente, para que no vieran delante de si los rostros desafiantes, y les enseñó el cántico de paz que tenía en sí. Estando yo solo, miré y vi detrás de las criaturas un carro de ruedas de fuego. Cada rueda estaba llena de ojos por doquier y en lo alto de las ruedas estaba el trono que yo ya había visto. Este estaba cubierto de fuego, y el fuego lo rodeaba por doquier. Y he aquí una luz inefable envolvía a una multitud de fuego y oí sus santas voces como la voz de un solo hombre.
Me llegó la voz desde el medio de las llamas diciendo: ¡Abraham, Abraham! Dije:
-Heme aquí.
Dijo:
Contempla las extensiones que están bajo el espacio sobre el que estás situado, y mira cómo no hay sobre ellas ningún otro excepto Aquel al que buscaste o Aquel que te ama. Mientras la voz estaba hablando, he aquí que se abrieron las extensiones del cielo que estaba debajo de mí. Vi en el séptimo firmamento, sobre el que me encontraba, un fuego propagado, una luz y un rocío, una multitud de ángeles y la virtud de gloria invisible de las criaturas que había visto en lo alto. Aquí no vi a nadie más. Miré al sexto espacio desde la altura en la que me encontraba y vi aquí una multitud incorpórea de ángeles espirituales que cumplían las órdenes de los ángeles ígneos situados en el octavo firmamento, en cuyas alturas estaba yo de pie. He aquí que no había en aquel espacio otras virtudes con otras formas excepto los ángeles espirituales. La virtud que había visto en el séptimo firmamento ordenó al sexto firmamento que se quitara y vi aquí, en el quinto firmamento, las virtudes estelares, los mandamientos que les era ordenado cumplir y los elemento terrenales que los obedecían.
Me dijo el Fuerte anterior a los siglos:
-¡Contempla desde arriba las estrellas que están debajo de ti, cuéntalas y di su número!
Dije:
-¿Cuándo podría? Pues yo solo soy un hombre.
Me dijo:
-Haré de tu descendencia una nación de pueblos como el número de las estrellas y su potencia, un pueblo apartado para mí […]
La creación. Castigo de los malvados. El juicio.
Me dijo:
-Mira ahora a la extensión que hay debajo de tus pies y sé consciente de la creación prefigurada desde lo más antiguo […].
Dije:
-Señor fuerte y eterno, ¿Quién es la multitud en esta imagen, a su lado y a otro?
Me dijo:
-Estos que están en el lado izquierdo son la multitud de pueblos que existían previamente y que después de ti estarán destinados los unos al juicio y a la restauración, los otros a la venganza y a la condenación en el fin de los siglos. Pero los que están en el lado derecho de la imagen son las gentes apartadas para mí de las gentes que están con Azazel. Estos son los que destiné a nacer de ti y a llamarse mi pueblo […].
Vi allí la imagen del ídolo celoso semejante a la imagen tallada en madera que hacía mi padre, y su cuerpo era de cobre brillante. Ante él había un hombre que lo adoraba. Y enfrente de él un altar, y sobre él infantes degollados de cara al ídolo. Le dije:
-¿Qué es este ídolo? ¿Qué es este altar? ¿Quiénes son las victimas? ¿Quién es el sacrificador? ¿Qué es el templo tan hermoso que veo, el arte y la belleza de tu Gloria, que está bajo tu trono?
Dijo:
-Oye, Abraham, este templo, altar y belleza que has visto, es mi concepto del sacerdocio de mi nombre glorioso. En este templo se ubicará toda oración humana… y cualquier sacrificio que ordenare ofrecerme a mi pueblo que surgirá de tu raza. Pero el ídolo que has visto es mi ira contra aquellos que me encolerizarán y que proceden del pueblo que surgirá de ti. El hombre que viste sacrificando es el que me encoleriza […].
Miré y vi: he aquí que la imagen se agitaba y desde la parte izquierda irrumpió una turba de paganos, lanzándose al pillaje de los que estaban en la parte derecha de la imagen, hombres, mujeres y niños. A unos los mataron y a otros los retuvieron junto a sí. He aquí que vi corriendo hacia ellos cuatro generaciones; prendieron fuego al templo y saquearon las cosas santas que había en él. Dije:
-¡Oh Eterno fuerte!, he aquí que las multitudes de paganos se lanzan al pillaje de la gente que aceptaste que nacieran de mí: a unos los matan y a otros los fuerzan al exilio. Prendieron fuego al templo, saquean y destruyen las obras de arte que hay en él. ¡Oh Eterno fuerte!, si esto es así, ¿Por qué ahora afligiste mi corazón y por que será así?
Me dijo:
-Escucha, Abraham, todo lo que viste ocurrirá porque tus descendientes me irritarán a causa del ídolo que viste y del asesinato cometido en el templo. Todo lo que viste será así.
Dije:
-¡Oh Eterno fuerte!, que pasen ahora las malas acciones cometidas en la impiedad, pero haz permanecer con más razón a los justos que han cumplido los mandamientos. Pues tú pues hacerlo.
Me dijo:
-El tiempo de justicia es el se les aparecerá primero, bajo el aspecto de sus reyes, que juzgarán con justicia a los que antes creé para gobernar sobre ellos. De estos surgirán hombres que se ocuparán de ellos, como te he anunciado y como viste.
Respondí y dije:
-¡Oh Poderoso, santificado por tu poder, sé misericordioso ante mi ruego! Por esto hazme saber y muéstrame, pues para eso me elevaste a tu altura. Por esto hazme saber a mí, tu favorito, lo que pregunto ¿todo lo que vi les ocurrirá durante largo tiempo?
Me mostró la multitud de sus gentes y me dijo:
-A causa de esto, por las cuatro generaciones que has visto, se suscitará mi cólera y habrá retribución de sus obras por mi parte […].
Miré y vi a un hombre saliendo de la parte izquierda, la de los paganos. Salieron hombres, mujeres y niños desde la parte de los paganos en turbas numerosas y lo adoraron. Seguí mirando y salieron los que estaban en la parte derecha: unos afrentaban a ese hombre, otros lo golpeaban y otros los adoraban. Vi que estos los adoraban, y acudió Azazel y lo adoró; y tras besar su rostro se volvió y permaneció detrás de él.
Dije:
-¡Oh Eterno fuerte! ¿Quién es el hombre afrentado, golpeado pero también adorado por los paganos junto con Azazel?
Respondió y dijo:
-Oye, Abraham, el hombre al que has visto afrentado y golpeado, pero también adorado, es el alivio ante los paganos, durante los últimos días, en la hora duodécima de este siglo impío, para la gente que procederá de ti. En el año duodécimo de mi siglo final estableceré a este hombre que procede de tú descendencia y al que has visto salir de entre mi gente.
Antes incluso de que empiece a crecer el siglo justo, vendrá mi juicio sobre los paganos inicuos por parte del pueblo de tu descendencia escogido por mí. En esos días haré venir sobre toda criatura terrestre diez plagas, por medio de la desgracia, la enfermedad y el gemido de dolor de sus almas. Todo esto haré venir sobre las generaciones de hombres que están en la imagen a causa de la cólera y de la corrupción de su naturaleza con las que me irritan. Entonces serán restablecidos los hombres justos de tu descendencia, en número dispuesto por mí, encaminándose a la gloria de mi nombre, hacia el lugar previstamente preparado para ellos, el cual viste vacío en la imagen. Los que vivan serán fortificados con los sacrificios y los dones de la justicia y la verdad en el siglo justo. En mi se regocijarán siempre, destruirán a los que los destruyeron y ultrajarán a los que los ultrajaron con la calumnia […].
Vuelta a la tierra tras la visión.
Y mientras El estaba aún hablando me encontré de nuevo sobre la tierra y dije:
-¡Oh Eterno fuerte!, ya no estoy en la gloria en la que estaba en lo alto, y todo lo que mi alma deseaba comprender en mi corazón yo todavía no lo he comprendido.
Me dijo:
-Te revelaré lo que desea tu corazón, pues has querido ver las diez plagas que he preparado y dispuesto contra los paganos para después del vencimiento de la duodécima hora sobre la tierra. Escucha todo lo que te manifestaré, será así: la primera plaga será la aflicción por la mucha miseria. La segunda, el incendio de las ciudades. La tercera, la muerte del ganado por la peste. La cuarta, la hambruna de la población. La quinta, el extermino de sus soberanos por la destrucción del terremoto y la espada. La sexta, la sobreabundancia de granizo y la nieve. La séptima, el que las fieras salvajes sean su tumba. La octava, que el hambre y la peste se alterne en su destrucción. La novena plaga será el castigo de la espada y la huida en la angustia. La decima, el trueno, los lamentos y los terremotos para la destrucción.
Entonces haré sonar la trompeta desde los cielos y enviaré a mi Elegido que tiene en sí una medida de toda mi potencia. El convocará a mi gente afrentada por los paganos. Yo quemaré con fuego a los que los han injuriado y han dominado sobre ellos en el siglo y daré a los me han cubierto de insultos al castigo del siglo futuro. Pues a esos los destiné a ser pasto del fuego del infierno y al planeo ininterrumpido por el aire de los abismos subterráneos.
Por esto. Abraham, oye y ve: este séptimo linaje tuyo irá contigo y partirán hacia una tierra extranjera. Los esclavizarán y los maltratarán, como en una hora del siglo impío. Yo seré juez del pueblo para el que serán esclavos.
Añadió el Señor:
-¿Has oído, Abraham, lo que te he anunciado, lo que sucederá a tu tribu en los últimos días?
Habiendo oído Abraham las palabras de Dios, las recibió en su corazón.
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