CAP. III.
Una profecía de la venida del Mesías .
He aquí que te he dicho todas las cosas, para que pueda ser absuelto de tu pecado.2 Ahora, si quitas de ti tu envidia y todo el cuello rígido, es una rosa que florecerán mis huesos en Israel, y como lirio mi carne en Jacob, y mi olor será como el olor de Libanus; y como cedros se multiplicarán de mí los santos
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para siempre, y sus ramas se extenderán lejos.
3 Entonces perecerá la simiente de Canaán, y no quedará remanente en Amalec, y todos los Capadocios perecerán, y todos los hititas serán completamente destruidos.
4 Entonces fallará la tierra de Ham, y todo el pueblo perecerá.
5 Entonces toda la tierra descansará de los problemas, y todo el mundo debajo del cielo de la guerra.
6 Entonces el Poderoso de Israel glorificará a Sem.
7 Porque el Señor Dios aparecerá en la tierra, y él mismo salvará a los hombres ,
8 Entonces todos los espíritus del engaño serán dados para ser pisoteados, y los hombres gobernarán sobre los espíritus malignos.
9 Entonces me levantaré en alegría y bendeciré al Altísimo por sus maravillosas obras, porque Dios tomó un cuerpo y comió con los hombres y salvó a los hombres .
10 Y ahora, hijos míos, y Judá, y obedezcan a Leví y Judá, y no se levanten contra estas dos tribus, porque de ellos les surgirá la salvación de Dios.
11 Porque el Señor se levantará de Leví como si fuera un Sumo Sacerdote, y de Judá como si fuera un Rey, Dios y hombre, Él salvará a todos los gentiles y a la raza de Israel.
12 Por eso te doy estos mandamientos para que también tú mandes a tus hijos, para que los observen a lo largo de sus generaciones.
13 Y cuando Simeón terminó de mandar a sus hijos, se acostó con padres de ciento veinte años.
14 Y lo acostaron en un ataúd de madera, para llevar sus huesos a Hebrón. Y los tomaron en secreto durante una guerra de los egipcios. Para los huesos de José, los egipcios custodiaban en las tumbas de los reyes.
15 Porque los hechiceros les dijeron que, a la salida de los huesos de José, en toda la tierra habría tinieblas y tinieblas y una gran plaga para los egipcios, de modo que incluso con una lámpara un hombre no reconocería a su hermano.
16 Y los hijos de Simeón lamentaron a su padre.
17 Y estuvieron en Egipto hasta el día de su partida por mano de Moisés.
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