Ramsés II, conocido también como Ramsés el Grande, es uno de los faraones más célebres y significativos del antiguo Egipto. Su reinado, que abarcó un impresionante periodo de 66 años, se sitúa dentro de la XIX Dinastía, en el llamado Nuevo Imperio, y su legado se extiende no solo en la vasta cantidad de monumentos y obras que dejó, sino también en la profunda marca que dejó en la memoria colectiva egipcia y en la historia de la humanidad.
Nació alrededor del año 1303 a.C., hijo del faraón Seti I y de la reina Tuya. Desde joven, Ramsés fue instruido en las artes militares y en la administración del reino, lo que le preparó para asumir las riendas del poder. Asumió el trono en torno al 1279 a.C., y desde entonces, se embarcó en una serie de campañas militares que expandieron y consolidaron el poder de Egipto en la región.
Una de las campañas más célebres fue la batalla de Qadesh contra los hititas, que tuvo lugar en el año 1274 a.C. Aunque Ramsés la describió en sus monumentos como una victoria decisiva, en realidad, fue más bien un empate táctico que culminó en un tratado de paz entre ambas potencias. Este tratado, que es conocido como el primer acuerdo de paz registrado en la historia, estableció una alianza entre los hititas y los egipcios, sellada más tarde con el matrimonio de Ramsés con una princesa hitita.
Pero no todo fue guerra en su reinado. Ramsés II es también recordado por su impresionante actividad constructora. Levantó monumentos, templos y ciudades a lo largo y ancho del Nilo. El templo de Abu Simbel, tallado en la roca y con sus cuatro gigantescas estatuas del faraón en la entrada, es quizás el más emblemático. Este monumento no solo destaca por su grandiosidad, sino también por una hazaña moderna: fue trasladado íntegramente para salvarlo de las aguas del lago Nasser tras la construcción de la presa de Asuán en la década de 1960.
También fundó una nueva ciudad, Pi-Ramsés, que se convirtió en la capital del reino y en un centro económico y cultural de primer orden. Además, promovió la construcción de templos dedicados a diversos dioses, reforzando la relación entre la monarquía y el clero, y dejando testimonio de su devoción religiosa.
Pero la longevidad de Ramsés fue también fuente de desafíos. A lo largo de su vida, se casó con diversas esposas y tuvo numerosos hijos e hijas. Esto generó luchas internas y tensiones por la sucesión, ya que muchos de sus descendientes murieron antes que él. Finalmente, fue su decimotercer hijo, Merenptah, quien le sucedió en el trono.
Cabello pelirrojo
Cuando se examinó la momia de Ramsés II, se descubrió que tenía el cabello de un color rojizo. En el antiguo Egipto, el cabello rojo se asociaba a menudo con Seth, el dios del caos. Sin embargo, es posible que el color se haya conservado debido a las técnicas de momificación, o que el faraón fuera de hecho pelirrojo.
Odontología antigua
La momia de Ramsés II revela también que sufría de graves problemas dentales, incluyendo abscesos y caries. Estos problemas dentales podrían haberle causado un dolor considerable en sus últimos años.
Vida en miniatura
Se ha encontrado un pequeño modelo de barco de madera, de unos 18 centímetros de largo, que representa una embarcación utilizada durante el reinado de Ramsés II. Lo curioso es que este modelo, hallado en una tumba, era un juguete para niños. Sirve como un recordatorio fascinante de que, además de los grandes monumentos y batallas, la vida cotidiana y los juegos infantiles también florecían en tiempos de Ramsés.
Ramsés II murió en 1213 a.C., dejando tras de sí un legado difícil de igualar. No solo por su longevidad y los logros durante su reinado, sino por la manera en que supo consolidarse en la memoria colectiva. Tanto es así que, miles de años después, sigue siendo objeto de fascinación y estudio, y su figura se erige como uno de los pilares en la rica historia del antiguo Egipto.
carlos adrian gomez burgara
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