Lunes 20 de enero
Dejen de juzgar por la apariencia exterior (Juan 7:24).
A Dios no le importan las diferencias de raza, etnia, nación, tribu o idioma. Acepta a todo hombre o mujer que le teme y hace lo que es justo (Gál. 3:26-28;Rev. 7:9, 10). De seguro, todos los cristianos sabemos que esto es cierto y pensamos que somos imparciales. Pero, si nos hemos criado en una cultura o una familia con prejuicios, puede que muy dentro de nosotros tengamos algunos. Incluso Pedro, que tuvo el privilegio de ayudar a otros a ver que Dios es imparcial, tiempo después demostró que todavía tenía ciertos prejuicios (Gál. 2:11-14). Entonces, ¿cómo podemos dejar de juzgar por las apariencias? Para ver si todavía sentimos algún prejuicio, es necesario que comparemos nuestra actitud con lo que aprendemos en la Palabra de Dios (Sal. 119:105). También podemos preguntarle a algún amigo de confianza si ha notado que seguimos teniendo prejuicios (Gál. 2:11, 14). Pueden estar tan arraigados en nosotros que ni siquiera nos demos cuenta de ello. w18.08 9 párrs. 5, 6
Martes 21 de enero
Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres (Mat. 5:16).
Preguntémonos: “¿Se dan cuenta otras personas que soy completamente leal a Dios? ¿Busco oportunidades para identificarme como testigo de Jehová?”. A Dios le entristecería mucho que aquellos a los que ha escogido para formar parte de su pueblo dudaran en decir a otros que le pertenecen (Sal. 119:46; Mar. 8:38). Es lamentable, pero algunos Testigos imitan “el espíritu del mundo” y por eso no son muy distintos de los que no sirven a Dios (1 Cor. 2:12). Las personas que tienen ese espíritu se centran en sus deseos egoístas (Efes. 2:3). Por ejemplo, a pesar de todos los consejos que se han dado, algunos se visten y se arreglan de forma inmodesta. Se ponen ropa muy apretada y reveladora, incluso cuando van a las reuniones. Otros llevan cortes de pelo o peinados extravagantes (1 Tim. 2:9, 10). Como consecuencia, cuando están con otras personas, es difícil distinguirlos de los que son amigos del mundo (Sant. 4:4). w18.07 24, 25 párrs. 11, 12
Miércoles 22 de enero
Todos ustedes son hermanos (Mat. 23:8).
¿En qué sentido somos hermanos? Por un lado, claro está, en el sentido de que todos descendemos de Adán (Hech. 17:26). Por otro lado, como explicó Jesús, sus discípulos son hermanos porque ven a Jehová como su Padre celestial (Mat. 12:50). Además, han llegado a ser parte de una gran familia espiritual que está unida por el amor y la fe. Por eso, en sus cartas, los apóstoles a menudo se refirieron a sus compañeros cristianos como hermanos (Rom. 1:13; 1 Ped. 2:17;1 Juan 3:13). Después de dejar claro que debemos vernos unos a otros como hermanos, Jesús recalcó la importancia de ser humildes (Mat. 23:11, 12). A veces, el orgullo dividió a los apóstoles. Además, en los días de Jesús, la gente se enorgullecía de su raza. Muchos judíos se creían superiores porque eran descendientes de Abrahán. Pero ese no era motivo para sentirse así, pues Juan el Bautista les dijo: “Dios tiene poder para levantar de estas piedras hijos a Abrahán” (Luc. 3:8). w18.06 9, 10 párrs. 8, 9
Jueves 23 de enero
Cualquiera que retiene sus dichos posee conocimiento (Prov. 17:27).
Cuando enfrentemos situaciones frustrantes o tengamos roces constantemente con alguien, ¿controlaremos nuestras reacciones y lo que digamos? (Prov. 10:19;Mat. 5:22). Si otros nos irritan, debemos aprender a cederle “lugar a la ira”. ¿La ira de quién? La de Jehová (Rom. 12:17-21). Esto lo hacemos si dirigimos los ojos a Dios y esperamos con paciencia a que él actúe cuando lo considere necesario. Hacer lo contrario y vengarnos de alguna forma equivaldría a faltarle el respeto a Jehová. Cuando Jehová nos da nuevas instrucciones mediante su organización, debemos hacer enseguida lo que nos dice. No insistiremos en seguir haciendo las cosas como en el pasado (Heb. 13:17). Al mismo tiempo, tendremos cuidado de no ir “más allá de las cosas que están escritas” (1 Cor. 4:6). Al obrar así, demostraremos que tenemos la vista fija en Jehová. w18.07 15 párrs. 17, 18
Viernes 24 de enero
Pasemos adelante a la madurez (Heb. 6:1).
Las leyes por lo general sirven para casos muy concretos, mientras que los principios son útiles para todo tipo de situaciones. Por esta razón, al avanzar hacia la madurez, los principios nos van pareciendo cada vez más importantes. Podemos compararlo a lo que les ocurre a los niños. Cuando son pequeños, no comprenden los peligros de tener malas amistades, y sus padres deben ponerles normas para protegerlos (1 Cor. 15:33). Pero, al ir madurando, poco a poco aprenden a razonar teniendo en cuenta los principios de la Biblia y a escoger bien a sus amigos (1 Cor. 13:11; 14:20). De manera parecida, cuando nosotros reflexionamos en los principios divinos, nuestra conciencia se va adaptando al modo de pensar de Dios y se convierte en una guía más y más confiable. Tenemos todo lo que necesitamos para tomar decisiones que agraden a Jehová. ¿Por qué lo decimos? Porque las leyes y los principios que encontramos en la Biblia ayudan al cristiano a ser “enteramente competente” y estar “completamente equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17). w18.0619 párrs. 14, 16; 20 párr. 17
Sábado 25 de enero
¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo? (Luc. 10:29).
La parábola de Jesús mostró que un samaritano podía enseñarles a los judíos lo que es el verdadero amor al prójimo. (Luc. 10:25-37) Antes de subir al cielo, Jesús mandó a sus discípulos que predicaran “en toda Judea, y en Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra” (Hech. 1:8). Para lograrlo, ellos tendrían que vencer los prejuicios y el orgullo. En ocasiones anteriores, Jesús les había hablado de las buenas cualidades de personas no judías, y así los preparó para predicar a todas las naciones. Por ejemplo, alabó la gran fe de un oficial militar que era extranjero (Mat. 8:5-10). Y en Nazaret explicó que Jehová había favorecido a no judíos, como la viuda de la población fenicia de Sarepta y el leproso sirio Naamán (Luc. 4:25-27). Además, Jesús no solo le predicó a una samaritana, sino que se quedó dos días en Samaria porque la gente mostró interés en su mensaje (Juan 4:21-24, 40). w18.06 10 párrs. 10, 11
Domingo 26 de enero
Pónganse la armadura completa que proviene de Dios para que puedan estar firmes contra las maquinaciones del Diablo (Efes. 6:11).
El apóstol Pablo dijo que el cristiano es como un soldado que lucha cuerpo a cuerpo. Claro, nuestra guerra no es física, sino espiritual. Nuestros enemigos son Satanás y los demonios. Aunque no podemos verlos, son muy reales y tienen mucha habilidad y experiencia en el combate. La victoria puede parecer imposible, sobre todo en el caso de los jóvenes. Pero ¿es así? ¿Pueden los jóvenes ganar a estos malvados seres sobrenaturales? Claro que sí, y de hecho lo están haciendo. ¿Cómo es posible? Porque siguen “adquiriendo poder en el Señor” Jehová. Además, como buenos soldados que son, se han puesto “la armadura completa que proviene de Dios” (Efes. 6:10-12). Al mencionar esta armadura, Pablo quizás estaba pensando en la que llevaban los legionarios, es decir, los soldados romanos (Hech. 28:16). w18.05 27 párrs. 1, 2
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