CAP. III.
Él aconseja contra el vino y la lujuria como males gemelos. "Porque el que está borracho no venera a nadie". (Verso 13) .
Y ahora les mando, hijos míos, escuchen a Judá su padre, y guarden mis dichos para cumplir todas las ordenanzas del Señor y obedecer los mandamientos de Dios.2 Y no andes tras tus deseos, ni en la imaginación de tus pensamientos en la altivez de corazón; y no te glories en las obras y la fuerza de tu juventud, porque esto también es malo a los ojos del Señor.
3 Como también me glorié que en las guerras nunca me sedujo el rostro de una mujer hermosa, y reprendí a Rubén mi hermano acerca de Bilha, la esposa de mi padre, los espíritus de los celos y de la fornicación se pusieron en mi contra, hasta que me acosté con Bathshua el cananeo, y Tamar, quien fue desposado con mis hijos.
4 Porque le dije a mi suegro: consultaré con mi padre, y así tomaré a tu hija.
5 Y él no quiso pero me mostró una reserva ilimitada de oro en nombre de su hija; porque era un rey
6 Y él la adornó con oro y perlas, y la hizo derramar vino para nosotros en la fiesta con la belleza de las mujeres.
7 Y el vino apartó mis ojos, y el placer cegó mi corazón.
8 Y me enamoré y me acosté con ella, y transgredí el mandamiento del Señor y el mandamiento de mis padres, y la tomé por esposa.
9 Y el Señor me recompensó de acuerdo con la imaginación de mi corazón, ya que no tenía gozo en sus hijos.
10 Y ahora, hijos míos, les digo que no se emborrachen con vino; porque el vino aparta la mente de la verdad, inspira la pasión de la lujuria y lleva los ojos al error.
11 Porque el espíritu de fornicación tiene vino como ministro para dar placer a la mente; porque estos dos también quitan la mente del hombre.
12 Porque si un hombre bebe vino hasta la embriaguez, perturba la mente con pensamientos sucios que conducen a la fornicación, y calienta el cuerpo a la unión carnal; y si la ocasión de la lujuria está presente, él obra el pecado y no se avergüenza.
13 Tal es el hombre ebrio, hijos míos; porque el borracho no respeta a nadie.
14 Porque he aquí, me hizo errar también, para no avergonzarme de la multitud en la ciudad, porque ante los ojos de todos me volví hacia Tamar, y cometí un gran pecado, y descubrí la cubierta. de la vergüenza de mis hijos.
15 Después de haber bebido vino
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no reverenciaba el mandamiento de Dios, y tomé a una mujer de Canaán como esposa.
16 Porque mucha discreción necesita el hombre que bebe vino, hijos míos; y aquí queda discreción para beber vino, un hombre puede beber siempre que conserve la modestia.
17 Pero si él va más allá de este límite, el espíritu del engaño ataca su mente, y hace que el borracho hable inmundamente, transgreda y no se avergüence, sino que se gloríe en su vergüenza y se considere honorable.
18 El que comete fornicación no se da cuenta cuando sufre pérdidas, y no se avergüenza cuando lo deshonran.
19 Porque aunque un hombre sea rey y cometa fornicación, es despojado de su reinado al convertirse en esclavo de la fornicación, como yo también sufrí.
20 Porque di a mi personal, es decir, la estancia de mi tribu; y mi faja, es decir, mi poder; y mi diadema, es decir, la gloria de mi reino.
21 Y de hecho me arrepentí de estas cosas; No comí vino y carne hasta mi vejez, ni contemplé ninguna alegría.
22 Y el ángel de Dios me mostró que para siempre las mujeres tienen dominio sobre el rey y el mendigo por igual.
23 Y del rey le quitan su gloria, y del hombre valiente su poder, y del mendigo hasta lo poco que es la permanencia de su pobreza.
24 Observad, pues, hijos míos, el límite correcto en el vino; porque en él hay cuatro espíritus malignos: de lujuria, de deseo ardiente, de despilfarro, de lucro inmundo.
25 Si bebéis vino con alegría, sed modestos en el temor de Dios.
26 Porque si en tu alegría se aparta el temor de Dios, entonces surge la embriaguez y la desvergüenza se acumula.
27 Pero si vivieras con sobriedad, no toques el vino en absoluto, no sea que pecas en palabras de ultraje, y en peleas y calumnias, y transgresiones de los mandamientos de Dios, y perecerás antes de tu tiempo.
28 Además, el vino revela los misterios de Dios y de los hombres, así como también revelé los mandamientos de Dios y los misterios de Jacob mi padre a la mujer cananea de Bathshua, que Dios me ordenó que no revelara.
29 Y el vino es causa de guerra y confusión.
30 Y ahora, les ordeno, hijos míos, que no amen el dinero ni contemplen la belleza de las mujeres;porque por el dinero y la belleza me llevaron por mal camino a Bathshua, el cananeo.
31 Porque sé que por estas dos cosas, mi raza caerá en la maldad.
32 Porque aun los sabios de entre mis hijos se casarán, y harán que el reino de Judá disminuya, lo cual el Señor me dio a causa de mi obediencia a mi padre.
33 Porque nunca le causé pena a mi padre Jacob; por todo lo que me ordenó que hiciera.
34 E Isaac, el padre de mi padre, me bendijo para ser rey en Israel, y Jacob me bendijo aún más de la misma manera.
35 Y sé que de mí se establecerá el reino.
36 Y sé qué males haréis en los últimos días.
37 Cuidado, pues, hijos míos, de la fornicación y del amor al dinero, y escuchad a Judá vuestro padre.
38 Porque estas cosas se apartan de la ley de Dios, y ciegan la inclinación del alma, y enseñan arrogancia, y no dejan que un hombre tenga compasión de su prójimo.
39 Roban su alma de todo
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bondad, y oprimirlo con aflicciones y problemas, y alejar el sueño de él, y devorar su carne.
40 Y obstaculiza los sacrificios de Dios; y no recuerda la bendición de Dios, no escucha a un profeta cuando habla, y se resiente de las palabras de piedad.
41 Porque él es esclavo de dos pasiones contrarias, y no puede obedecer a Dios, porque han cegado su alma, y él camina en el día como en la noche.
42 Hijos míos, el amor al dinero conduce a la idolatría; porque, cuando se extravía el dinero, los hombres nombran como dioses a los que no son dioses, y hace que el que lo tiene caiga en la locura.
43 Por el bien del dinero perdí a mis hijos, y si mi arrepentimiento y mi humillación y las oraciones de mi padre no hubieran sido aceptadas, debería haber muerto sin hijos.
44 Pero el Dios de mis padres tuvo misericordia de mí, porque lo hice por ignorancia.
45 Y el príncipe del engaño me cegó, y pequé como hombre y como carne, siendo corrompido por los pecados; y aprendí mi propia debilidad mientras me creía invencible.
46 Sepa, por tanto, hijos míos, que dos espíritus esperan al hombre: el espíritu de verdad y el espíritu de engaño.
47 Y en medio está el espíritu de comprensión de la mente, a la que pertenece volverse por donde quiera.
Y las obras de la verdad y las obras del engaño están escritas en los corazones de los hombres, y cada uno de ellos el Señor lo sabe.
49 Y no hay tiempo en que las obras de los hombres puedan ocultarse; porque en el corazón mismo han sido escritos delante del Señor.
50 Y el espíritu de verdad da testimonio de todas las cosas, y acusa a todas; y el pecador es quemado por su propio corazón, y no puede alzar la cara al juez.
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