Texto Diario domingo, 31 de marzo de 2019
Mostraré una actitud de espera (Miq. 7:7).
José fue víctima de algunas injusticias terribles. Primero, fue vendido como esclavo cuando tenía unos 17 años. Luego, fue acusado de intentar violar a la esposa de su amo. La acusación era falsa, pero José terminó en prisión (Gén. 39:11-20; Sal. 105:17, 18). Aunque era un hombre fiel, parecía recibir castigos en vez de bendiciones. Pero trece años después todo cambió muy rápido. José salió de la prisión y llegó a ser la segunda persona más poderosa de Egipto (Gén. 41:14, 37-43; Hech. 7:9, 10). ¿Se amargó José por las injusticias que sufrió? ¿Dejó de confiar en su Dios, Jehová? No. ¿Por qué pudo esperar con paciencia? Porque tenía fe en Jehová. Se dio cuenta de que Dios tenía el control de los asuntos. Por eso, les dijo a sus hermanos: “En cuanto a ustedes, ustedes tenían pensado un mal contra mí. Dios lo tenía pensado para bien, con el propósito de obrar como sucede hoy, para conservar viva a mucha gente” (Gén. 50:19, 20). Al final, José vio que la espera había valido la pena. w17.08 4 párr. 6; 6 párrs. 12, 13
(Miqueas 7:7) Pero en cuanto a mí, por Jehová me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá.
(Génesis 39:11-20) Pero sucedió que en este día, como en otros días, él entró en la casa para atender a su negocio, y no había ninguno de los hombres de la casa allí en la casa. 12 Entonces ella se agarró de él por su prenda de vestir, y dijo: “¡Acuéstate conmigo!”. Pero él dejó su prenda de vestir en la mano de ella y echó a huir y salió afuera. 13 Sucedió, pues, que luego que ella vio que él había dejado su prenda de vestir en la mano de ella para poder huir afuera, 14 se puso a gritar a los hombres de su casa y a decirles: “¡Miren! Él nos trajo un hombre, un hebreo, para hacer de nosotros un hazmerreír. Este vino a mí para acostarse conmigo, pero yo me puse a gritar a voz en cuello. 15 Y resultó que luego que oyó que yo alzaba la voz y gritaba, entonces dejó su prenda de vestir a mi lado y echó a huir y salió afuera”. 16 Después de aquello, ella mantuvo la prenda de vestir de él colocada a su lado hasta que el amo de él vino a casa. 17 Entonces ella le habló de acuerdo con estas palabras, y dijo: “El siervo hebreo que nos trajiste vino a mí para hacer de mí un hazmerreír. 18 Pero sucedió que luego que alcé la voz y empecé a gritar, entonces dejó su prenda de vestir al lado mío y se fue huyendo afuera”. 19 El resultado fue que luego que el amo de él oyó las palabras de su esposa que ella le habló, diciendo: “De esta y esta manera me hizo tu siervo”, la cólera de él se encendió. 20 De modo que el amo de José lo tomó y lo entregó a la casa de encierro, al lugar donde tenían en reclusión a los presos del rey, y él continuó allí en la casa de encierro.
(Salmo 105:17, 18) Envió delante de ellos a un hombreque fue vendido para ser esclavo, José. 18 Con grilletes afligieron sus pies,en hierros entró su alma;
(Génesis 41:14) Y Faraón procedió a enviar y llamar a José, para que lo trajeran apresuradamente del hoyo carcelario. Por lo tanto, él se afeitó y mudó sus mantos y entró a donde Faraón.
(Génesis 41:37-43) Pues bien, la cosa pareció buena a los ojos de Faraón y de todos sus siervos. 38 De modo que Faraón dijo a sus siervos: “¿Podrá hallarse otro hombre como este en quien está el espíritu de Dios?”. 39 Después Faraón dijo a José: “Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan discreto y sabio como tú. 40 Tú estarás personalmente sobre mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá sin reserva. Solo en cuanto al trono seré yo más grande que tú”. 41 Y añadió Faraón a José: “Mira, de veras te coloco sobre toda la tierra de Egipto”. 42 Con eso se quitó Faraón su anillo de sellar de su propia mano y lo puso en la mano de José, y lo vistió con prendas de vestir de lino fino y le colocó un collar de oro alrededor del cuello. 43 Además, hizo que fuera montado en el segundo carro de honor que tenía, para que clamaran delante de él: “¡Avrekj!”, y así lo puso sobre toda la tierra de Egipto.
(Hechos 7:9, 10) Y los cabezas de familia se pusieron celosos de José y lo vendieron en [manos de] Egipto. Pero Dios estaba con él, 10 y lo libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría a vista de Faraón rey de Egipto. Y él lo nombró para que gobernara a Egipto y a toda su casa.
(Génesis 50:19, 20) Entonces les dijo José: “No tengan miedo, ¿pues acaso estoy yo en el lugar de Dios? 20 En cuanto a ustedes, ustedes tenían pensado un mal contra mí. Dios lo tenía pensado para bien, con el propósito de obrar como sucede hoy, para conservar viva a mucha gente.
6. ¿Qué aprendemos del profeta Miqueas?
6 Nuestra situación hoy se parece a la del profeta Miqueas. Él vivió en los días del malvado rey Acaz. En ese tiempo, había todo tipo de corrupción y la gente se había vuelto experta en hacer “lo que es malo” (lea Miqueas 7:1-3). Como sabía que no podía cambiar la situación, dijo: “En cuanto a mí, por Jehová me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá” (Miq. 7:7). Miqueas esperó con paciencia, y nosotros también debemos tener “una actitud de espera”.
12, 13. a) ¿Por qué necesitó José ser paciente? b) ¿Qué buena actitud tuvo José?
12 Un bisnieto de Abrahán también demostró que estaba dispuesto a ser paciente. Se llamaba José y fue víctima de algunas injusticias terribles. Primero, fue vendido como esclavo cuando tenía unos 17 años. Luego, fue acusado de intentar violar a la esposa de su amo. La acusación era falsa, pero José terminó en prisión (Gén. 39:11-20; Sal. 105:17, 18). Aunque era un hombre fiel, parecía recibir castigos en vez de bendiciones. Pero trece años después todo cambió muy rápido. José salió de la prisión y llegó a ser la segunda persona más poderosa de Egipto (Gén. 41:14, 37-43; Hech. 7:9, 10).
13 ¿Se amargó José por las injusticias que sufrió? ¿Dejó de confiar en su Dios, Jehová? No. ¿Por qué pudo esperar con paciencia? Porque tenía fe en Jehová. Se dio cuenta de que Dios tenía el control de los asuntos. Por eso, les dijo a sus hermanos: “No tengan miedo, ¿pues acaso estoy yo en el lugar de Dios? En cuanto a ustedes, ustedes tenían pensado un mal contra mí. Dios lo tenía pensado para bien, con el propósito de obrar como sucede hoy, para conservar viva a mucha gente” (Gén. 50:19, 20). Al final, José vio que la espera había valido la pena.
José fue víctima de algunas injusticias terribles. Primero, fue vendido como esclavo cuando tenía unos 17 años. Luego, fue acusado de intentar violar a la esposa de su amo. La acusación era falsa, pero José terminó en prisión (Gén. 39:11-20; Sal. 105:17, 18). Aunque era un hombre fiel, parecía recibir castigos en vez de bendiciones. Pero trece años después todo cambió muy rápido. José salió de la prisión y llegó a ser la segunda persona más poderosa de Egipto (Gén. 41:14, 37-43; Hech. 7:9, 10). ¿Se amargó José por las injusticias que sufrió? ¿Dejó de confiar en su Dios, Jehová? No. ¿Por qué pudo esperar con paciencia? Porque tenía fe en Jehová. Se dio cuenta de que Dios tenía el control de los asuntos. Por eso, les dijo a sus hermanos: “En cuanto a ustedes, ustedes tenían pensado un mal contra mí. Dios lo tenía pensado para bien, con el propósito de obrar como sucede hoy, para conservar viva a mucha gente” (Gén. 50:19, 20). Al final, José vio que la espera había valido la pena. w17.08 4 párr. 6; 6 párrs. 12, 13
(Miqueas 7:7) Pero en cuanto a mí, por Jehová me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá.
(Génesis 39:11-20) Pero sucedió que en este día, como en otros días, él entró en la casa para atender a su negocio, y no había ninguno de los hombres de la casa allí en la casa. 12 Entonces ella se agarró de él por su prenda de vestir, y dijo: “¡Acuéstate conmigo!”. Pero él dejó su prenda de vestir en la mano de ella y echó a huir y salió afuera. 13 Sucedió, pues, que luego que ella vio que él había dejado su prenda de vestir en la mano de ella para poder huir afuera, 14 se puso a gritar a los hombres de su casa y a decirles: “¡Miren! Él nos trajo un hombre, un hebreo, para hacer de nosotros un hazmerreír. Este vino a mí para acostarse conmigo, pero yo me puse a gritar a voz en cuello. 15 Y resultó que luego que oyó que yo alzaba la voz y gritaba, entonces dejó su prenda de vestir a mi lado y echó a huir y salió afuera”. 16 Después de aquello, ella mantuvo la prenda de vestir de él colocada a su lado hasta que el amo de él vino a casa. 17 Entonces ella le habló de acuerdo con estas palabras, y dijo: “El siervo hebreo que nos trajiste vino a mí para hacer de mí un hazmerreír. 18 Pero sucedió que luego que alcé la voz y empecé a gritar, entonces dejó su prenda de vestir al lado mío y se fue huyendo afuera”. 19 El resultado fue que luego que el amo de él oyó las palabras de su esposa que ella le habló, diciendo: “De esta y esta manera me hizo tu siervo”, la cólera de él se encendió. 20 De modo que el amo de José lo tomó y lo entregó a la casa de encierro, al lugar donde tenían en reclusión a los presos del rey, y él continuó allí en la casa de encierro.
(Salmo 105:17, 18) Envió delante de ellos a un hombreque fue vendido para ser esclavo, José. 18 Con grilletes afligieron sus pies,en hierros entró su alma;
(Génesis 41:14) Y Faraón procedió a enviar y llamar a José, para que lo trajeran apresuradamente del hoyo carcelario. Por lo tanto, él se afeitó y mudó sus mantos y entró a donde Faraón.
(Génesis 41:37-43) Pues bien, la cosa pareció buena a los ojos de Faraón y de todos sus siervos. 38 De modo que Faraón dijo a sus siervos: “¿Podrá hallarse otro hombre como este en quien está el espíritu de Dios?”. 39 Después Faraón dijo a José: “Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan discreto y sabio como tú. 40 Tú estarás personalmente sobre mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá sin reserva. Solo en cuanto al trono seré yo más grande que tú”. 41 Y añadió Faraón a José: “Mira, de veras te coloco sobre toda la tierra de Egipto”. 42 Con eso se quitó Faraón su anillo de sellar de su propia mano y lo puso en la mano de José, y lo vistió con prendas de vestir de lino fino y le colocó un collar de oro alrededor del cuello. 43 Además, hizo que fuera montado en el segundo carro de honor que tenía, para que clamaran delante de él: “¡Avrekj!”, y así lo puso sobre toda la tierra de Egipto.
(Hechos 7:9, 10) Y los cabezas de familia se pusieron celosos de José y lo vendieron en [manos de] Egipto. Pero Dios estaba con él, 10 y lo libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría a vista de Faraón rey de Egipto. Y él lo nombró para que gobernara a Egipto y a toda su casa.
(Génesis 50:19, 20) Entonces les dijo José: “No tengan miedo, ¿pues acaso estoy yo en el lugar de Dios? 20 En cuanto a ustedes, ustedes tenían pensado un mal contra mí. Dios lo tenía pensado para bien, con el propósito de obrar como sucede hoy, para conservar viva a mucha gente.
6. ¿Qué aprendemos del profeta Miqueas?
6 Nuestra situación hoy se parece a la del profeta Miqueas. Él vivió en los días del malvado rey Acaz. En ese tiempo, había todo tipo de corrupción y la gente se había vuelto experta en hacer “lo que es malo” (lea Miqueas 7:1-3). Como sabía que no podía cambiar la situación, dijo: “En cuanto a mí, por Jehová me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá” (Miq. 7:7). Miqueas esperó con paciencia, y nosotros también debemos tener “una actitud de espera”.
12, 13. a) ¿Por qué necesitó José ser paciente? b) ¿Qué buena actitud tuvo José?
12 Un bisnieto de Abrahán también demostró que estaba dispuesto a ser paciente. Se llamaba José y fue víctima de algunas injusticias terribles. Primero, fue vendido como esclavo cuando tenía unos 17 años. Luego, fue acusado de intentar violar a la esposa de su amo. La acusación era falsa, pero José terminó en prisión (Gén. 39:11-20; Sal. 105:17, 18). Aunque era un hombre fiel, parecía recibir castigos en vez de bendiciones. Pero trece años después todo cambió muy rápido. José salió de la prisión y llegó a ser la segunda persona más poderosa de Egipto (Gén. 41:14, 37-43; Hech. 7:9, 10).
13 ¿Se amargó José por las injusticias que sufrió? ¿Dejó de confiar en su Dios, Jehová? No. ¿Por qué pudo esperar con paciencia? Porque tenía fe en Jehová. Se dio cuenta de que Dios tenía el control de los asuntos. Por eso, les dijo a sus hermanos: “No tengan miedo, ¿pues acaso estoy yo en el lugar de Dios? En cuanto a ustedes, ustedes tenían pensado un mal contra mí. Dios lo tenía pensado para bien, con el propósito de obrar como sucede hoy, para conservar viva a mucha gente” (Gén. 50:19, 20). Al final, José vio que la espera había valido la pena.
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