Diálogos de Judas
1. Le seguía de lejos pues me consideré indigno de él, a la distancia le oí
hablar del reino que vendría de los cielos, cuando le oía en mi interior
ardía mi corazón como con un fuego, y recordé de las escrituras toda
palabra que él expresaba, pues había hecho muchas copias de la ley
como escribiente, por ello se me hacían familiares sus palabras siempre,
la forma en que las presentaba solamente era distinta, y me provocó
curiosidad el saber quien era aquel, pues contaban que era el hijo de una
familia de galilea cuyo padre era carpintero, no tenía títulos de doctor en
la ley pero la enseñaba como quien tiene autoridad de ella, cuando le oía
era de lejos entre el gentío, y las palabras parecían tomar vida propia, se
conmovía mi espíritu y recordaba cada texto de las escrituras, como si
saliesen de mi mente, como si danzasen en viva armonía, me
emocionaba tanto oírle que mis lágrimas brotaban de felicidad, era como
si se estuviesen cumpliendo con él todas las profecías, cada letra de la
escritura, cada frase que mi memoria tenía de ellas.
2. Mas no me acerqué a él hasta el día en que él mismo me escogió, pues
se abrió paso entre la multitud hasta llegar a mí para alcanzarme, y en
mi hombro posó su mano, y me dijo : sígueme. Y yo que no era digno de
él terminé ocupándome de sus asuntos, pues me entregó la bolsa del
dinero, en la que se guardaban las ofrendas de los seguidores, pues
vendían todo lo que tenían para darlo a los pobres, con aquella bolsa
viajábamos a todo lugar, y el dinero de la bolsa nunca se acababa, pues
de ella se les daba a los de mayor necesidad, el dinero nunca se agotó,
como por milagro. Se me dio privilegio tan grande que entre los otros
escogidos hubo división, y murmuraban que quizá yo sustraía dinero de
la bolsa, cuando esto jamás fue así.
3. Y era de los doce el único con esta ocupación, que mantuve por los tres
años, pues el Señor confiaba en mí, pues él me eligió. Y lo hizo de su
propio parecer, yo no se lo pedí, y nunca a él me acerqué pues me
considero indigno de sus enseñanzas, pues él tenía palabras que
conducen a la vida eterna. De modo que él nos escogió a todos, a los
doce, y a mí en especial. Sin embargo continué de él distante, pues
entre sus favoritos no me hallaba, pues siempre a su lado estaban Juan,
su hermano y Pedro.
4. Pero aunque distante, no me ausenté de su presencia más que en las
ocasiones en que nos enviaba de a dos para predicar las enseñanzas del
reino y dar la buena noticia del perdón por arrepentimiento. Y él mismo
sopló de su espíritu en todos nosotros y en mí, poder para sanar a los
enfermos y someter a los demonios, y de su poder gustamos todos, el
poder del siglo venidero. Y en nuestras manos las llaves del cielo, de
modo que al que le retuviéremos sus faltas les quedaban retenidas, pero
al que le desatásemos de sus cadenas le resultaba en liberación. Y yo
mismo usé de aquel espíritu, de su autoridad que me delegó, de manera
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que sané enfermos y liberé a muchos que estaban con el agobio de los
demonios, sané de toda clase de males, y Dios obró por medio de mí.
5. Ocurrió que él tuvo un encuentro con los escribientes y los fariseos, con
los saduceos y algunos esenios, pues hacía lo que ellos consideraban
fuera de la ley, para provocarles, de modo que discutieron largamente de
las cosas de la ley, de interpretaciones y de profecía, pero él fue superior
a todos ellos, pues respondía con facilidad lo que ellos no podían
responder, y a través de parábolas les explicaba el reino, y los dejó en
ridículo y con sus palabras les condenó su duro corazón, de modo que
ellos por su orgullo y vanidad del corazón a una decidieron prenderle y
matarle, y como el sumo sacerdote había de profetizar, profetizó su
muerte a favor de la no división de Israel, y para reunir a los que
estaban dispersos de la casa de Israel, profetizó la muerte del hijo de
José, por "el bien de la nación". Habían decidido matarle porque el
pueblo que le escuchaba ya no creía ciegamente en estos interpretes de
la ley, ya no aceptaban de primeras a sus reprimendas, de modo que ya
no se sentían tan culpables y no dejaban tanto dinero en las arcas del
tesoro del templo, ni compraban los artículos que estos les vendían, y
procuraban pues matar al maestro para que el pueblo no se escapara de
la sumisión en que los mantenían inmersos. Por tanto ya no andábamos
predicando abiertamente por las calles, pues esperaban el momento
preciso para capturarle.
María despierta a la serpiente
6. En aquellos días volvimos a la casa de Lázaro, el que nuestro maestro
había resucitado de entre los muertos, y sentados a la mesa a comer
luego vino María (de la que había sacado muchos demonios) y se reclinó
a los pies del Señor, y tomó un frasco de alabastro lleno de perfume de
nardo puro, y quebrándolo ungió con el perfume los pies del maestro y
los secó con sus cabellos, y la casa entera se llenó del olor de aquel
perfume, entonces me puse de pie y me enardecí, y murmuré contra el
maestro : este perfume debió haberse vendido por más de trescientos
denarios y echado el dinero a la bolsa para poder ayudar a los pobres. Y
todos los ojos me miraron a una, y el Señor me reprendió : déjala, no la
molestes, porque para el día de mi sepultura ha hecho ella esto, porque
siempre tendrán a los pobres para hacerles todo el bien que quieran,
pero a mí no siempre me van a tener.
7. Y medité el asunto después, pues mandó que por buena obra de la mujer
se hablase de ella a donde quiera que llevásemos el mensaje de la buena
noticia, porque buena obra hizo para con él. Y medité, pues dijo que ella
no desperdició el perfume si no que le estaba preparando el cuerpo para
cuando le sepultasen, de modo que se cumplirán pronto las profecías
acerca del maestro, del Mesías, que había de morir en manos de
transgresores, que uno de sus amigos le habría de entregar a los
trasquiladores, pero que su cuerpo no vería la corrupción que causa la
muerte, y por ello volvería a la vida.
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8. Entonces comprendí todo, porque yo siendo hombre de labios inmundos
e impuro a los ojos del Señor, de todas formas me eligió, y he visto su
gloria como la del unigénito del padre, fruto de Dios, y he visto que yo
soy menos que un gusano, y he aquí que me doy por enterado de por
qué me escogió, pues por ello no soy de sus favoritos, y por eso me puso
tan cerca del dinero de los discípulos, a su cuidado, para que quizás mi
corazón tropezara a causa de la ambición y sacase parte del dinero de
aquella bolsa que nunca estará vacía, y de mí no se habría sospechado
pero él lo sabría, porque conoce todos nuestros pensamientos, quizá
sabía que lo podría haber hecho, si no me hubiese dado cuenta de esto.
9. Comprendí el por qué me llamó, pues yo no pedí que me llamara, y me
entristecí mucho, porque si él conoce todas las cosas, sabía de antes que
le iba a traicionar, y no entiendo el funcionamiento de este mundo y se
me amargó el vivir, mi existencia pende de un hilo, y suenan en mi
cabeza sus palabras : ay de aquel por quien el hijo del hombre es
entregado. A la verdad es mejor que yo no hubiese nacido. Mi alma está
agitada al punto de desfallecer, y la locura invade mis huesos.
Adoptando la forma de oración
10. Entonces decidí entregarme a él, y decidí entregarle a los
principales sacerdotes del sanedrín, a cambio de dinero, siguiendo su
propio plan, pues no puedo dar marcha atrás, si él ha dispuesto así mi
destino no podré escapar de las manos de Dios, pues él dice palabra y
esta se realizará. Entonces les pregunté a los sacerdotes qué me darían
por entregarles al maestro y ellos me convinieron el precio, treinta
monedas de plata, que son el precio a pagar por un esclavo, para que se
cumpliera la escritura. Desde entonces esperé el momento para
entregarle.
11. Llegó la noche del jueves, durante la comida de la pascua, de sus
discípulos solo estábamos los doce y unas cuantas mujeres que nos
servían. Y mientras comíamos el maestro dijo en la mesa : ciertamente
uno de ustedes me va a entregar. Y todos con tristeza de corazón le
preguntamos quién había de ser el traidor. Mas él calló. Pero a Juan su
predilecto le dijo al oído, pues estaba reclinado con su cabeza puesta en
el pecho del maestro : el que come de mi mismo plato es quien me va a
entregar. Y yo extendí mi brazo y con mi mano tomé un trozo de pan y
lo unté en el plato del maestro, y Juan echó a sollozar, y me miró con
compasión, pues él amaba a su maestro con un amor mucho más dulce
que el que se les da a las mujeres.
12. Y el maestro me tomó de la mano y me arrebató el pan, y le
pregunté : he de ser yo quién te entregue acaso. Mas él me dijo : de tu
boca ha salido. Y tomó el pan de la mesa y el vino, los repartió y los
bendijo : este es mi cuerpo que por causa de ustedes es partido, y esta
es la sangre del nuevo pacto que por su causa es derramada, ya no
beberé más de este vino hasta el día en que lo beba nuevamente con
ustedes en el reino de los cielos. Entonces los discípulos se comenzaban
a marchar al monte de la oración, en el que se acostumbraba ir, y
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entonaban salmos, mas el maestro se acercó a mí y me dijo : come el
pan que quité de tu mano, el que remojaste en mi plato, de esta forma
entra en ti el que he enviado, lo que vas a hacer hazlo aún más pronto. Y
comí el pan que me dio, y he aquí que entró el enemigo del Señor para
zarandearme, y fui donde los principales sacerdotes a darles la ubicación
del maestro : él estará orando con los suyos en el Monte de Los Olivos. Y
los llevé a aquel lugar, y les dije : al que besare, ése es, captúrenle. Mas
él me dijo cuando le hube besado : con beso me traicionas. Pues he aquí
algo que no estaba escrito.
Campo de Sangre
13. Mas Judas devolvió el dinero a los sacerdotes, pero ellos no lo
echaron al tesoro del templo de donde lo habían sacado, pues era dinero
manchado con sangre (abominación al templo), si no que compraron un
campo a nombre de Judas Iscariote, donde él fue a parar debido al dolor
de su corazón, y fue tanto el remordimiento por lo que había hecho que
subió a un árbol, se puso en las ramas a manera de orquillas y se
aventó, se desgarró su cabeza del cuello y se le dislocó, y cayó por el
aire y fue a dar contra una gran roca, y se le hirió su cabeza y sus
entrañas se derramaron con la caída, su cuerpo hedió por muchos días.
Es el precio de ser esclavo del Señor.
carlos adrian gomez burgara
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