2 Porque me lamenté más que todos ellos, porque fui culpable de la venta de José.
3 Y cuando descendimos a Egipto, y él me ató como a un espía, supe que estaba sufriendo justamente, y no me apené.
4 Ahora bien, José era un buen hombre, y tenía el Espíritu de Dios dentro de él; siendo misericordioso y misericordioso, no guardó maldad contra mí; pero me amó como a los demás hermanos.
5 Guardaos, pues, hijos míos, de todo celo y envidia, y andad con sencillez de corazón, para que Dios os dé también gracia y gloria, y bendición sobre vuestra cabeza, como habéis visto en el caso de José.
6 Todos sus días no nos reprochó por esto, sino que nos amó como a su propia alma, y nos glorificó más que a sus propios hijos, y nos dio riquezas, ganado y frutos.
7 Vosotros también, hijos míos, amad cada uno a su hermano de buen corazón, y el espíritu de envidia se apartará de vosotros.
8 Porque esto hace salvaje el alma y destruye el cuerpo; provoca ira y guerra en la mente, y provoca hechos de sangre, y lleva la mente al frenesí, y causa tumulto en el alma y temblor en el cuerpo.
9 Porque aun en el sueño roen los celos maliciosos, y con espíritus inicuos perturban el alma, y turban el cuerpo, y despiertan la mente del sueño en confusión; y como un espíritu maligno y venenoso, así se presenta a los hombres.
10 Por lo tanto, José era hermoso en apariencia y de hermoso aspecto, porque ninguna iniquidad moraba en él; porque parte de la aflicción del espíritu se manifiesta en el rostro.
11 Y ahora, hijos míos, enderezad vuestros corazones delante del Señor, y enderezad vuestros caminos delante de los hombres, y hallaréis gracia delante del Señor y de los hombres.
12 Guardaos, pues, de la fornicación, porque la fornicación es madre de todos los males, que aparta de Dios, y acerca a Beliar.
13 Porque he visto escrito en la escritura de Enoc que tus hijos serán corrompidos en fornicación, y harán daño a los hijos de Leví con la espada.
14 Pero no podrán resistir a Leví; porque él hará la guerra del Señor, y vencerá a todos vuestros ejércitos.
15 Y serán pocos en número, divididos en Leví y Judá, y no habrá ninguno de vosotros para señorear, así como también nuestro padre profetizó en sus bendiciones.
carlos adrian gomez burgara
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