CAP. II
SABAN, pues, hijos míos, que en los últimos tiempos sus hijos abandonarán la soltería y se unirán al deseo insaciable.2 Y dejando la inocencia, se acercará a la malicia; y abandonando los mandamientos del Señor, se unirán a Beliar.
3 Y dejando la ganadería, seguirán sus propias maldades, y serán dispersados entre los gentiles, y servirán a sus enemigos.
4 ¿Y por lo tanto le das estos mandamientos a tus hijos, para que, si pecan, puedan regresar más rápidamente al Señor; Porque es misericordioso, y los librará, incluso para traerlos de regreso a su tierra.
5 He aquí, pues, como veis, tengo ciento veintiséis años y no soy consciente de cometer ningún pecado.
6 Excepto mi esposa, no he conocido a ninguna mujer. Nunca cometí fornicación por la elevación de mis ojos.
7 No bebí vino, para ser desviado por eso;
8 No codicié ninguna cosa deseable que fuera de mi vecino.
9 La astucia no surgió en mi corazón;
10 Una mentira no pasó por mis labios.
11 Si algún hombre estuviera angustiado, unía mis suspiros con los suyos,
12 Y compartí mi pan con los pobres.
13 Obtuve piedad, todos mis días mantuve la verdad.
14 Yo amaba al Señor; Del mismo modo, cada hombre con todo mi corazón.
15 Así también ustedes, hijos míos, y todo espíritu de Beliar huirá de ustedes, y ninguna obra de hombres malvados gobernará sobre ustedes;
16 Y toda bestia salvaje someterás, ya que tienes contigo al Dios del cielo y de la tierra, y caminas con los hombres en la unicidad de corazón.
17 Y habiendo dicho esto, ordenó a sus hijos que lo llevaran a Hebrón y lo enterraran allí en la cueva con sus padres.
18 Y extendió los pies y murió, a una buena vejez; Con cada sonido de las extremidades, y sin cesar, dormía el sueño eterno.
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