¿Ante quién confesarse?
Dios es el único que puede perdonar los pecados que cometemos contra él; no ha delegado en nadie el derecho a hacerlo. La Biblia indica: “Si confesamos nuestros pecados, [Dios] es fiel y justo para perdonarnos [...] y limpiarnos de toda injusticia” (1 Juan 1:9). Pero ¿a quién debemos confesar tales faltas?
Puesto que el perdón proviene de Dios, debemos confesarnos con él. Eso fue lo que el rey David hizo. Ahora bien, ¿se requiere algo más? La Palabra de Dios declara: “Arrepiéntanse, por lo tanto, y vuélvanse para que sean borrados sus pecados, para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová” (Hechos 3:19). No basta con reconocer nuestro error y confesarlo, sino que también debemos estar dispuestos a volvernos, o lo que es lo mismo, a dejar el mal camino. Aunque dar este paso suele ser difícil, contamos con ayuda. ¿Cuál es esta?
Como vimos, Santiago dio esta exhortación a los cristianos: “Confiesen abiertamente sus pecados unos a otros y oren unos por otros, para que sean sanados”. Y luego añadió: “El ruego del hombre justo, cuando está en acción, tiene mucho vigor” (Santiago 5:16). Este “hombre justo” pudiera ser uno de los “ancianos” a quienes Santiago menciona en el versículo 14. ¿Quiénes son ellos? Pues bien, en la congregación cristiana hay hombres espiritualmente maduros cuyo deber es ayudar a quienes desean obtener el perdón divino. Es cierto que ellos no pueden absolver a nadie de los pecados que haya cometido contra Dios, pues ningún ser humano tiene dicha autoridad.* No obstante, los ancianos están capacitados para corregir y disciplinar a quien sea culpable de algo grave, ayudándolo a reconocer la magnitud de su pecado y la importancia de arrepentirse (Gálatas 6:1).
¿Por qué confesar los pecados?
Cuando alguien comete un pecado —sea grave o no—, perjudica su relación con el prójimo y con Dios. Como resultado, tal vez se sienta preocupado o incluso angustiado. Esto se debe a que nuestro Creador nos ha dotado con la facultad de la conciencia (Romanos 2:14, 15). ¿Qué podemos hacer cuando nos molesta la conciencia?
Volvamos al libro bíblico de Santiago, donde encontramos estas animadoras palabras: “¿Hay alguno [espiritualmente] enfermo entre ustedes? Que llame a sí a los ancianos de la congregación, y que ellos oren sobre él, untándolo con aceite en el nombre de Jehová. Y la oración de fe sanará al indispuesto, y Jehová lo levantará. También, si hubiera cometido pecados, se le perdonará” (Santiago 5:14, 15).
Aquí se hace referencia al deber que tienen los ancianos de atender las necesidades espirituales del rebaño. Ellos no se limitan a escuchar confesiones. Saben que deben hacer algo más a fin de sanar “al indispuesto”, es decir, al que sufre de una enfermedad espiritual. Analicemos dos aspectos que menciona Santiago.
En primer lugar, veamos lo que significa la frase “untándolo con aceite”. Aquí se alude al poder sanador de la Biblia. El apóstol Pablo explicó que “la palabra de Dios es viva, y ejerce poder [...] y puede discernir pensamientos e intenciones del corazón”; en otras palabras, llega a lo más profundo de nuestro ser (Hebreos 4:12). Usando hábilmente las Escrituras, los ancianos pueden ayudar a los que están enfermos en sentido espiritual. ¿Cómo? Guiándolos para que identifiquen la razón del problema y tomen las medidas necesarias para corregir la situación a la vista de Dios.
Por otra parte, también se menciona “la oración de fe”. Hay que decir que las oraciones de los ancianos no alteran la forma en que Dios ejerce su justicia. No obstante, son de vital importancia para nuestro Creador, quien está dispuesto a perdonarnos en virtud del sacrificio de Cristo (1 Juan 2:2). Dios ofrece su ayuda a cualquiera que lamente sinceramente lo que ha hecho y realice “obras propias del arrepentimiento” (Hechos 26:20).
Pero la razón principal que tenemos para confesar los pecados, sean contra el prójimo o contra Dios, es la necesidad de obtener la aprobación divina. Jesucristo señaló que a fin de servir a Dios con la conciencia tranquila, primero tenemos que resolver nuestros problemas con los demás y hacer las paces (Mateo 5:23, 24). Y Proverbios 28:13 indica: “El que encubre sus transgresiones no tendrá éxito, pero al que las confiesa y las deja se le mostrará misericordia”. Así pues, si nos humillamos ante Jehová y le pedimos perdón, él nos concederá su favor y su bendición (1 Pedro 5:6).
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