el sabado.
El sábado se conmemoraba como un día sagrado (Dt 5:12), un día de descanso y de regocijo para todos —israelitas, siervos, residentes forasteros y animales—, en el que se cesaba de todo trabajo. (Isa 58:13, 14; Os 2:11; Éx 20:10; 34:21; Dt 5:12-15; Jer 17:21, 24.) Se hacía una ofrenda quemada especial, junto con ofrendas de grano y de libación, además de la “ofrenda quemada constante” que se presentaba a diario. (Nú 28:9, 10.) Se reponía el pan de la proposición en el santuario, y una nueva división de sacerdotes se encargaba de sus deberes. (Le 24:5-9; 1Cr 9:32; 2Cr 23:4.) Los deberes de los sacerdotes no sufrían en sábado variación alguna. (Mt 12:5.) E incluso se circuncidaba a los niños en sábado si coincidía con el octavo día desde su nacimiento. En tiempos posteriores los judíos acuñaron el dicho: “No hay sábado en el santuario”, lo que quiere decir que los deberes sacerdotales no cesaban nunca. (Jn 7:22; Le 12:2, 3; El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo, de A. Edersheim, 1990, pág. 199.)
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