martes, 16 de abril de 2019

Texto Diario martes, 16 de abril de 2019 Dios nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados (1 Juan 4:10).

Texto Diario martes, 16 de abril de 2019

Dios nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados (1 Juan 4:10).
Desde el momento en que Jehová prometió un Salvador, como se registra en Génesis 3:15, para él fue como si el sacrificio de su Hijo ya hubiera ocurrido. Unos cuatro mil años después, Jehová entregó a su Hijo unigénito por toda la humanidad a pesar de que eso le causó un inmenso dolor (Juan 3:16). ¡Qué agradecidos estamos! Como fuimos creados a la imagen de Dios, somos capaces de mostrar amor desinteresado. Por ejemplo, Abel demostró el amor que sentía por Dios al ofrecerle lo mejor que tenía (Gén. 4:3, 4). Noé mostró amor por el prójimo al predicar durante décadas aunque la gente no lo escuchó (2 Ped. 2:5). Y Abrahán demostró que su amor por Dios era más fuerte que cualquier otro sentimiento al estar dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac (Sant. 2:21). Igual que estos hombres fieles, nosotros queremos mostrar amor incluso cuando es difícil hacerlo.w17.10 7, 8 párrs. 3, 4
Lectura bíblica para la Conmemoración: Mateo 21:18, 19; 21:12, 13; Juan 12:20-50(durante el día: 10 de nisán)

(1 Juan 4:10)  El amor consiste en esto, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados.
(Génesis 3:15)  Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón”.
(Juan 3:16)  ”Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.
(Génesis 4:3, 4)  Y al cabo de algún tiempo aconteció que Caín procedió a traer algunos frutos del suelo como ofrenda a Jehová. 4 Pero en cuanto a Abel, él también trajo algunos primogénitos de su rebaño, aun sus trozos grasos. Ahora bien, aunque Jehová miraba con favor a Abel y su ofrenda,
(2 Pedro 2:5)  y no se contuvo de castigar a un mundo antiguo, sino que guardó en seguridad a Noé, predicador de justicia, con otras siete [personas] cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía;
(Santiago 2:21)  ¿No fue declarado justo por obras nuestro padre Abrahán después que hubo ofrecido a Isaac su hijo sobre el altar?


Después de la rebelión de Adán y Eva, Jehová realizó su mayor expresión de amor desinteresado. Estaba tan seguro de que algunos de los descendientes de ellos lo amarían que hizo lo necesario para rescatarlos (Gén. 3:15; 1 Juan 4:10). Desde el momento en que Jehová prometió un Salvador, para él fue como si el sacrificio de su Hijo ya hubiera ocurrido. Unos cuatro mil años después, Jehová entregó a su Hijo unigénito por toda la humanidad a pesar de que eso le causó un inmenso dolor (Juan 3:16). ¡Qué agradecidos estamos!
4. ¿Cómo sabemos que los seres humanos imperfectos somos capaces de mostrar amor desinteresado?
Como fuimos creados a la imagen de Dios, somos capaces de mostrar amor desinteresado. Es cierto que a veces es difícil hacerlo, porque hemos heredado la imperfección, pero es posible. Por ejemplo, Abel demostró el amor que sentía por Dios al ofrecerle lo mejor que tenía (Gén. 4:3, 4). Noé mostró amor por el prójimo al predicar durante décadas aunque la gente no lo escuchó (2 Ped. 2:5). Y Abrahán demostró que su amor por Dios era más fuerte que cualquier otro sentimiento al estar dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac (Sant. 2:21). Igual que estos hombres fieles, nosotros queremos mostrar amor incluso cuando es difícil hacerlo.

(Mateo 21:18, 19)  Cuando volvía a la ciudad muy de mañana, le dio hambre. 19 Y alcanzó a ver una higuera junto al camino, y fue a ella, pero no halló nada en ella sino hojas solamente, y le dijo: “Nunca más venga fruto de ti para siempre”. Y la higuera se marchitó al instante.
(Mateo 21:12, 13)  Y Jesús entró en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los bancos de los que vendían palomas. 13 Y les dijo: “Está escrito: ‘Mi casa será llamada casa de oración’, pero ustedes la hacen cueva de salteadores”.
(Juan 12:20-50)  Ahora bien, había unos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y empezaron a solicitarle, diciendo: “Señor, queremos ver a Jesús”. 22 Felipe vino y se lo dijo a Andrés. Andrés y Felipe vinieron y se lo dijeron a Jesús. 23 Pero Jesús les contestó, y dijo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado. 24 Muy verdaderamente les digo: A menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, permanece un solo [grano]; pero si muere, entonces lleva mucho fruto. 25 El que tiene afecto a su alma la destruye, pero el que odia su alma en este mundo la resguardará para vida eterna. 26 Si alguien quiere ministrarme, sígame, y donde yo esté, allí también estará mi ministro. Si alguien quiere ministrarme, el Padre lo honrará. 27 Ahora mi alma está perturbada, ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. No obstante, por esto he venido a esta hora. 28 Padre, glorifica tu nombre”. Luego vino una voz del cielo: “[Lo] glorifiqué, y también [lo] glorificaré de nuevo”. 29 Por lo tanto, la muchedumbre que estaba de pie por allí y lo oyó empezó a decir que había tronado. Otros empezaron a decir: “Un ángel le ha hablado”. 30 En respuesta, Jesús dijo: “Esta voz ha ocurrido, no por mí, sino por ustedes. 31 Ahora se somete a juicio a este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera. 32 Y sin embargo yo, si soy alzado de la tierra, atraeré a mí a hombres de toda clase”. 33 Esto realmente lo decía para significar qué clase de muerte estaba para morir. 34 Por lo tanto la muchedumbre le contestó: “Nosotros oímos, de la Ley, que el Cristo permanece para siempre; ¿y cómo es que dices tú que el Hijo del hombre tiene que ser alzado? ¿Quién es este Hijo del hombre?”. 35 Entonces Jesús les dijo: “La luz estará entre ustedes un poco de tiempo todavía. Anden mientras tienen la luz, para que la oscuridad no los subyugue; y el que anda en la oscuridad no sabe adónde va. 36 Mientras tienen la luz, ejerzan fe en la luz, para que lleguen a ser hijos de la luz”. Jesús habló estas cosas y se fue y se escondió de ellos. 37 Pero aunque había ejecutado tantas señales delante de ellos, no ponían fe en él, 38 de modo que se cumplió la palabra de Isaías el profeta, que él dijo: “Jehová, ¿quién ha puesto fe en la cosa oída por nosotros? Y en cuanto al brazo de Jehová, ¿a quién ha sido revelado?”. 39 La razón por la cual no podían creer es que otra vez dijo Isaías: 40 “Él les ha cegado los ojos y ha hecho duro su corazón, para que no vean con los ojos y capten la idea con su corazón y se vuelvan y yo los sane”. 41 Isaías dijo estas cosas porque vio su gloria, y habló de él. 42 Con todo, hasta de los gobernantes muchos realmente pusieron fe en él, pero a causa de los fariseos no [lo] confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga; 43 porque amaban la gloria de los hombres más que la misma gloria de Dios. 44 Sin embargo, Jesús clamó y dijo: “El que pone fe en mí, no pone fe en mí [solamente], sino [también] en el que me ha enviado; 45 y el que me contempla, contempla [también] al que me ha enviado. 46 Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que pone fe en mí no permanezca en la oscuridad. 47 Pero si alguien oye mis dichos y no los guarda, yo no lo juzgo; porque no vine para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 48 El que me desatiende y no recibe mis dichos tiene quien lo juzgue. La palabra que he hablado es lo que lo juzgará en el último día; 49 porque no he hablado de mi propio impulso, sino que el Padre mismo, que me ha enviado, me ha dado mandamiento en cuanto a qué decir y qué hablar. 50 También, sé que su mandamiento significa vida eterna. Por lo tanto, las cosas que hablo, así como el Padre me [las] ha dicho, así [las] hablo”.

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