Miércoles 10 de abril
El esposo es cabeza de su esposa (Efes. 5:23).
Supongamos que una hermana piensa que su esposo, que no es Testigo, no la trata bien. ¿Hará que la situación mejore discutiendo con él sobre cómo se comporta? Incluso si logra que él haga lo que ella quiere, ¿conseguirá que desee servir a Jehová? No es probable. Los resultados serán distintos si ella le muestra respeto por ser el cabeza de la familia. Contribuirá a la paz familiar, alabará a Jehová y hasta puede que él llegue a querer servir a Dios. En ese caso, es posible que ambos consigan el premio (1 Ped. 3:1, 2). Supongamos ahora que a un hermano le parece que su esposa, que no es Testigo, no lo respeta. ¿Logrará que lo respete más gritándole para demostrarle quién manda en casa? Claro que no. Jehová espera que él imite a Jesús y trate a su esposa con amor. Cristo ejerce su autoridad sobre la congregación con amor y paciencia (Luc. 9:46-48). El cristiano que copia el ejemplo de Jesús tal vez consiga que su esposa también quiera servir a Jehová. w17.11 28, 29 párrs. 13, 14
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