Texto Diario jueves, 1 de agosto de 2019
No como yo quiero, sino como tú quieres (Mat. 26:39).
Para ser buenos maestros, primero debemos dejarnos enseñar (1 Tim. 4:15, 16). De forma parecida, si Jehová lo usa a usted para disciplinar a otras personas, debe ser humilde y dejar que Jehová lo guíe. Si los demás ven que usted es humilde, lo respetarán y les será más fácil aceptar que los aconseje. Veamos el ejemplo que nos puso Jesús. Él obedeció a su Padre en todo, incluso cuando fue muy difícil. Y siempre reconoció que su sabiduría y enseñanzas venían de Dios (Juan 5:19, 30). Como era humilde y obediente, fue un maestro amable y compasivo, y las personas sinceras se sentían atraídas a él (Mat. 11:29). Sus palabras consolaban a los que estaban desanimados y se sentían débiles como una caña quebrada o la mecha de una lámpara de aceite a punto de apagarse (Mat. 12:20). Incluso cuando sus apóstoles demostraron una actitud egoísta y ambiciosa, Jesús no perdió la paciencia. Más bien, los corrigió con amor (Mar. 9:33-37; Luc. 22:24-27). w18.03 26, 27 párrs. 15, 16
(Mateo 26:39) Luego se alejó un poco de ellos, cayó rostro a tierra y oró así: “Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.
(1 Timoteo 4:15, 16) Reflexiona sobre estas cosas; dedícate de lleno a ellas, para que todos vean claramente tu progreso. 16 Presta constante atención a tu conducta y a tu enseñanza. No dejes de hacer estas cosas, pues así te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan.
(Juan 5:19) Por lo tanto, Jesús les dijo: “De verdad les aseguro que el Hijo no puede hacer ni una sola cosa por su cuenta, solo hace lo que le ve hacer al Padre. Porque todas las cosas que hace el Padre, el Hijo también las hace de la misma manera.
(Juan 5:30) Yo no puedo hacer ni una sola cosa por mi cuenta. Juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque no busco hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
(Mateo 11:29) Pónganse bajo mi yugo y aprendan de mí, porque soy apacible y humilde de corazón. Conmigo encontrarán alivio.
(Mateo 12:20) No romperá la caña que está quebrada ni apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la justicia.
(Marcos 9:33-37) Y entraron en Capernaúm. Estando ya en la casa, él les preguntó: “¿De qué iban discutiendo por el camino?”. 34 Se quedaron callados, porque por el camino habían estado discutiendo entre ellos sobre quién era el mayor. 35 Así que él se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguien quiere ser el primero, tiene que ser el último de todos y servir a todos”. 36 Entonces tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo rodeó con sus brazos y les dijo: 37 “El que recibe a uno de estos niños en mi nombre también me recibe a mí; y el que me recibe a mí no solo me recibe a mí, sino también al que me envió”.
(Lucas 22:24-27) Entonces también surgió una fuerte discusión entre los discípulos sobre quién de ellos era considerado el mayor. 25 Pero él les dijo: “Los reyes de las naciones dominan al pueblo, y a los que tienen autoridad sobre la gente se les llama benefactores. 26 Sin embargo, ustedes no deben ser así. Más bien, el que sea mayor entre ustedes, que se vuelva como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. 27 Porque ¿quién es mayor? ¿El que come, o el que sirve? ¿Acaso no es el que come? Pero yo estoy entre ustedes como el que sirve.
15. ¿Qué debemos hacer para que los demás acepten nuestra disciplina?
15 Para ser buenos maestros, primero debemos dejarnos enseñar (1 Tim. 4:15, 16). De forma parecida, si Jehová lo usa a usted para disciplinar a otras personas, debe ser humilde y dejar que Jehová lo guíe. Si los demás ven que usted es humilde, lo respetarán y les será más fácil aceptar que los aconseje. Veamos el ejemplo que nos puso Jesús.
16. ¿Qué podemos aprender de la forma en que Jesús enseñaba y disciplinaba?
16 Jesús obedeció a su Padre en todo, incluso cuando fue muy difícil (Mat. 26:39). Y siempre reconoció que su sabiduría y enseñanzas venían de Dios (Juan 5:19, 30). Como era humilde y obediente, fue un maestro amable y compasivo, y las personas sinceras se sentían atraídas a él(lea Mateo 11:29). Sus palabras consolaban a los que estaban desanimados y se sentían débiles como una caña quebrada o la mecha de una lámpara de aceite a punto de apagarse (Mat. 12:20). Incluso cuando sus apóstoles demostraron una actitud egoísta y ambiciosa, Jesús no perdió la paciencia. Más bien, los corrigió con amor (Mar. 9:33-37; Luc. 22:24-27).
Para ser buenos maestros, primero debemos dejarnos enseñar (1 Tim. 4:15, 16). De forma parecida, si Jehová lo usa a usted para disciplinar a otras personas, debe ser humilde y dejar que Jehová lo guíe. Si los demás ven que usted es humilde, lo respetarán y les será más fácil aceptar que los aconseje. Veamos el ejemplo que nos puso Jesús. Él obedeció a su Padre en todo, incluso cuando fue muy difícil. Y siempre reconoció que su sabiduría y enseñanzas venían de Dios (Juan 5:19, 30). Como era humilde y obediente, fue un maestro amable y compasivo, y las personas sinceras se sentían atraídas a él (Mat. 11:29). Sus palabras consolaban a los que estaban desanimados y se sentían débiles como una caña quebrada o la mecha de una lámpara de aceite a punto de apagarse (Mat. 12:20). Incluso cuando sus apóstoles demostraron una actitud egoísta y ambiciosa, Jesús no perdió la paciencia. Más bien, los corrigió con amor (Mar. 9:33-37; Luc. 22:24-27). w18.03 26, 27 párrs. 15, 16
(Mateo 26:39) Luego se alejó un poco de ellos, cayó rostro a tierra y oró así: “Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.
(1 Timoteo 4:15, 16) Reflexiona sobre estas cosas; dedícate de lleno a ellas, para que todos vean claramente tu progreso. 16 Presta constante atención a tu conducta y a tu enseñanza. No dejes de hacer estas cosas, pues así te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan.
(Juan 5:19) Por lo tanto, Jesús les dijo: “De verdad les aseguro que el Hijo no puede hacer ni una sola cosa por su cuenta, solo hace lo que le ve hacer al Padre. Porque todas las cosas que hace el Padre, el Hijo también las hace de la misma manera.
(Juan 5:30) Yo no puedo hacer ni una sola cosa por mi cuenta. Juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque no busco hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
(Mateo 11:29) Pónganse bajo mi yugo y aprendan de mí, porque soy apacible y humilde de corazón. Conmigo encontrarán alivio.
(Mateo 12:20) No romperá la caña que está quebrada ni apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la justicia.
(Marcos 9:33-37) Y entraron en Capernaúm. Estando ya en la casa, él les preguntó: “¿De qué iban discutiendo por el camino?”. 34 Se quedaron callados, porque por el camino habían estado discutiendo entre ellos sobre quién era el mayor. 35 Así que él se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguien quiere ser el primero, tiene que ser el último de todos y servir a todos”. 36 Entonces tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo rodeó con sus brazos y les dijo: 37 “El que recibe a uno de estos niños en mi nombre también me recibe a mí; y el que me recibe a mí no solo me recibe a mí, sino también al que me envió”.
(Lucas 22:24-27) Entonces también surgió una fuerte discusión entre los discípulos sobre quién de ellos era considerado el mayor. 25 Pero él les dijo: “Los reyes de las naciones dominan al pueblo, y a los que tienen autoridad sobre la gente se les llama benefactores. 26 Sin embargo, ustedes no deben ser así. Más bien, el que sea mayor entre ustedes, que se vuelva como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. 27 Porque ¿quién es mayor? ¿El que come, o el que sirve? ¿Acaso no es el que come? Pero yo estoy entre ustedes como el que sirve.
15. ¿Qué debemos hacer para que los demás acepten nuestra disciplina?
15 Para ser buenos maestros, primero debemos dejarnos enseñar (1 Tim. 4:15, 16). De forma parecida, si Jehová lo usa a usted para disciplinar a otras personas, debe ser humilde y dejar que Jehová lo guíe. Si los demás ven que usted es humilde, lo respetarán y les será más fácil aceptar que los aconseje. Veamos el ejemplo que nos puso Jesús.
16. ¿Qué podemos aprender de la forma en que Jesús enseñaba y disciplinaba?
16 Jesús obedeció a su Padre en todo, incluso cuando fue muy difícil (Mat. 26:39). Y siempre reconoció que su sabiduría y enseñanzas venían de Dios (Juan 5:19, 30). Como era humilde y obediente, fue un maestro amable y compasivo, y las personas sinceras se sentían atraídas a él(lea Mateo 11:29). Sus palabras consolaban a los que estaban desanimados y se sentían débiles como una caña quebrada o la mecha de una lámpara de aceite a punto de apagarse (Mat. 12:20). Incluso cuando sus apóstoles demostraron una actitud egoísta y ambiciosa, Jesús no perdió la paciencia. Más bien, los corrigió con amor (Mar. 9:33-37; Luc. 22:24-27).
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