viernes, 10 de mayo de 2019

MIDRAS WAYYISAU



MIDRAS WAYYISAU
Está escrito: Y se marchó a un país lejos de la presencia de Jacob, su hermano , por causa del compromiso de venta, y hay quien dice (que se fue) por causa de la vergüenza a la que se refieren nuestros rabinos; lo cierto es que se dirigió todo Esaú lejos de la presencia de Jacob y se marchó.
No es que se apartara el odio de su corazón, sino que su ira se revolvió todavía más y conservó por siempre su pecado. A pesar de que en aquel momento se marchó, más tarde vino a guerrear
contra él. Fue el año en que Lía murió. Jacob y sus hijos se encontraban en el duelo por ella y sus otros hijos los consolaban. Vino (Esaú) contra ellos con un gran ejército de hombres preparados para la guerra equipados con coraza de hierro y de bronce, y todos ellos armados con escudos, arcos y dardos. Eran cuatro mil guerreros que rodearon una torre donde estaban acampados Jacob y sus hijos y sus criados con sus hijos y con todas sus pertenencias, pues se habían reunido todos allí para consolar a Jacob en el luto por Lía.
Reposaban allí con tranquilidad, y no se les ocurrió pensar que pudiera venir contra ellos nadie para combatirlos, y no se dieron cuenta hasta tanto que llegó todo el ejército a aquella torre. Sólo estaban allí Jacob y sus hijos y doscientos siervos suyos.
Cuando Jacob vio que Esaú se insolentaba viniendo contra él en son de guerra con la intención de matarlos en el interior de la torre, y que lanzaba contra ellos dardos, se puso en pie sobre la muralla de la torre y comenzó a hablar con su hermano Esaú palabras de paz, de amistad v fraternidad; pero Esaú no las aceptó. .
Al punto dijo Judá a Jacob, su padre: «¿Hasta cuándo vas a prolongar con él las palabras buenas y cariñosas, mientras que él viene contra nosotros como enemigo vestido de coraza para matarnos?».
Tan pronto como Jacob oyó esto tensó su arco y mató a Adoram , el edomita, y volvió a tensar su arco e hirió a Esaú en el peto derecho quien se debilitó a causa de la flecha. Lo levantaron sus hijos y lo condujeron en carro hasta la ciudad y allí murió, en Arudín . Pero hay quien dice que no murió allí.
Entonces salió Judá en primer lugar y Neftalí y Gad con él por el flanco sur de la torre y con ellos cincuenta siervos de los de su padre, Jacob. Leví, Dan y Aser salieron hacia el este de la torre y cincuenta siervos con ellos. Salieron Rubén, Isacar y Zabulón hacia el flanco norte de la torre
y con ellos cincuenta siervos. Simeón, Benjamín y Hanok ben Rubén salieron hacia el oeste de la torre y con ellos cincuenta siervos. José no estaba allí porque ya había sido vendido.
Entonces se fortaleció Judá para la guerra. El, Neftalí y Gad se introdujeron en el ejército y lo empujaron hacia la fortaleza de hierro, y recibieron en sus escudos los cascotes que lanzaban contra ellos. Hasta el sol se oscureció sobre ellos por las piedras lanzadas y las flechas disparadas y las catapultas que lanzaban contra ellos.
Judá se introdujo el primero en medio del ejército y mató a seis guerreros. Neftalí y Gad fueron con él, uno a la derecha y otro a la izquierda, mientras lo guardaban para que no lo matara el ejército. También ellos mataron a cuatro guerreros, dos cada uno, y los cincuenta siervos que estaban con ellos les ayudaron y se aprestaron a combatir, y mató cada uno un hombre, un total de cincuenta guerreros.
Y, a pesar de esto, no consiguieron Judá, Neftalí y Gad expulsar al ejército del flanco sur de la torre ni alejarlos de donde estaban. Entonces se reforzaron para el combate y se reunieron todos ellos y combatieron, y cada uno mató un hombre. A pesar de todo no los obligaron a huir del
lugar que ocupaban, sino que se mantuvo el ejército frente a ellos, dispuesto para la batalla en sus posiciones. Se confortaron entonces Judá y sus hermanos y sus siervos, se apiñaron y combatieron contra ellos, y cada uno mató dos hombres del ejército. Pero comprendió Judá que, si medían al ejército quedándose donde estaban, no conseguirían alejarlos, se armaron de valor y de resolución para avergonzarlo. Judá, Neftalí y Gad se esforzaron a una y se introdujeron entre los guerreros. Judá mató a diez de ellos, y Neftalí y Gad mataron a ocho guerreros.
Cuando vieron los siervos que Judá y sus hermanos se esforzaban y que se habían introducido en el mismísimo centro de la batalla, se esforzaron también ellos para estar a su lado combatiendo. Judá hirió a su derecha y a su izquierda cien guerreros, y Neftalí y Gad los iban matando tras él, hasta que expulsaron a todo el ejército del flanco sur de la torre, aproximadamente la medida de un estadio.
Al ver el ejército que estaba frente a Judá que se desmoronaba ante Judá y sus hermanos, se asustó y reagrupó todas sus fuerzas para la lucha y preparó la batalla contra Judá y sus hermanos y se aseguró en sus posiciones para combatir contra ellos con gritos de guerra. Tanto Leví y los que con él estaban, Rubén y los suyos, y Simeón y los que le acompañaban, como los que estaban frente a ellos, tomaron posiciones para la batalla y se entregaron de corazón a luchar con gran fuerza.
Cuando vio Judá que todo el ejército se reforzaba y se agrupaba aprestándose para la lucha, que tomaban un solo camino para combatir contra ellos y que se aseguraban en sus posiciones preparando la batalla levantó sus ojos al Santo, bendito sea, para que les ayudara cuando estuvieran cansados por la dureza de la batalla y para que no pudieran vencerlos.
Aceptó entonces el Santo, bendito sea, la súplica y se fijó en su angustia y los ayudó. Hizo salir de sus reservas un viento tempestuoso que sopló frente a ellos y llenó sus ojos de oscuridad y de tiniebla, de forma que no veían para combatir. Pero los ojos de Judá y sus hermanos estaban daros porque el viento venía por detrás de ellos. Comenzaron Judá y sus hermanos a matarlos, e Iban cayendo los muertos en tierra tal como tira el segador la mies y las gavillas de su recolección. Se formaron montones, porque mataron a todo el ejército que venía hacia ellos por el flanco sur de la torre.
Rubén y Simeón, y Leví con ellos, se aprestaron a la batalla al encuentro del ejército que estaba ante ellos. Judá y sus hermanos, después que mataron a todos los soldados que estaban por su lado, se dirigieron hacia sus otros hermanos para ayudarlos. El viento tempestuoso llenó de
tinieblas los ojos de sus enemigos.
Rubén, Simeón, Leví y todos los que los acompañaban cayeron sobre ellos y los mataron y derribaron en tierra montones y montones, hasta que mataron a todos los soldados que había frente a Judá. Rubén y Leví, que estaban delante de Simeon, mataron cuatrocientos guerreros avezados a guerrear, y los seiscientos restantes huyeron junto con los cuatro hijos de Esaú: Reuel, Yeus, Yalam y Qorah. Elifaz no corrió huyendo con ellos, porque Jacob, nuestro padre, era su señor.
Siguieron los hijos de Jacob tras ellos hasta Arudín, y dejaron a su padre Esaú muerto, tendido en Arudín. Ellos huyeron a la montaña de Seír, al alto de los escorpiones. Los hijos de Jacob entraron y descansaron allí aquella noche y encontraron a Esaú muerto, tendido, y lo enterraron por respeto a su padre. Hay quien dice que Esaú no murió allí, sino que salió de Arudín herido y huyó con sus hijos a la montaña de Seír.
Al día siguiente despojaron sus cadáveres los hijos de Jacob y los persiguieron y los cercaron en la montaña de Seír, en el alto de los escorpiones.
Salieron los hijos de Esaú y todos aquellos hombres que habían huido y, cayendo ante los hijos de Jacob, se prosternaron ante ellos y les suplicaron hasta que les concedieron la paz. Y les impusieron un tributo de sumisión.

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